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jueves, 21 de febrero de 2013

La jungla: Un buen día para morir


A Good Day to Die Hard (USA, 2013).
Dirección: John Moore.
Intérpretes: Bruce Willis, Jai Courtney, Sebastian Koch, Mary Elizabeth Winstead, Yuliya Snigir.
Guión: Skip Woods.
Música original: Marco Beltrami.
Fotografía: Jonathan Sela.
Montaje: Dan Zimmerman.
Idioma: Inglés.
Duración: 97 minutos.


2/10

¿Dónde está McClane?


A Hollywood no le basta con sus apariciones en la saga de Los mercenarios para apagar la nostalgia de seguir viendo a uno de sus viejos héroes de acción en faena. Cierto es que a Bruce Willis no le hace falta un rescate, ya que nunca ha dejado de estar en primera línea, pero cada vez resulta más ridículo verlo en el mismo tipo de filmes que protagonizaba hace veinte años. Él no lo necesita, no es Schwarzenegger o Stallone. Aunque limitados, tiene más recursos que ellos.

Die Hard es una saga que hubiera tenido un final más que digno si se hubiera quedado en trilogía. Pero si hasta los responsables de Indiana Jones prefirieron los dólares al mito, qué podíamos esperar de los de Jungla de Cristal. Pues una cuarta entrega en 2007 (doce años después de la tercera) que ya había perdido mucho del espíritu original, aunque aún asomaba algún pequeño atisbo.

La jungla: un buen día para morir es la definitiva muerte de la serie. Ya no queda nada de aquel entrañable cine de acción, y McClane es una sombra de lo que fue. Su chulesco personaje se ha convertido en un señor patético que protagoniza la típica historia del padre ausente que pretende redimirse. Un pesado sin gracia que busca la reconciliación con un hijo que es agente de la CIA. Sí, para colmo de males se introduce el elemento espía.

Así, el film es una suma de los peores vicios formales de la acción actual, agravados por un trasfondo propio del cine más rancio de la Guerra Fría (todos los rusos son seres malvados). El problema no es que el argumento sea un disparate (durante toda la saga ha sido así), lo preocupante es que no hay carisma, ni encanto. Incluso las bromas son calamitosas. La saga está agotada, y hasta el público empieza a darle la espalda. Y es que, al final, la gallina de los huevos de oro siempre acaba reventando.


Manuel Barrero Iglesias



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