Dirección:
John Moore.
Intérpretes:
Bruce Willis, Jai Courtney, Sebastian Koch, Mary Elizabeth Winstead,
Yuliya Snigir.
Guión:
Skip Woods.
Música
original: Marco Beltrami.
Fotografía:
Jonathan Sela.
Montaje:
Dan Zimmerman.
Idioma:
Inglés.
Duración:
97 minutos.
2/10
¿Dónde
está McClane?
A
Hollywood no le basta con sus apariciones en la saga de Los
mercenarios para apagar la nostalgia de seguir viendo a
uno de sus viejos héroes de acción en faena. Cierto es que a
Bruce Willis no le hace falta un rescate, ya que nunca ha dejado de
estar en primera línea, pero cada vez resulta más ridículo verlo
en el mismo tipo de filmes que protagonizaba hace veinte años. Él
no lo necesita, no es Schwarzenegger o Stallone. Aunque limitados,
tiene más recursos que ellos.
Die
Hard es una saga que hubiera tenido un final más que digno si se
hubiera quedado en trilogía. Pero si hasta los responsables de
Indiana Jones prefirieron los dólares al mito, qué podíamos
esperar de los de Jungla de Cristal. Pues una cuarta entrega
en 2007 (doce años después de la tercera) que ya había perdido
mucho del espíritu original, aunque aún asomaba algún pequeño
atisbo.
La
jungla: un buen día para morir es la definitiva muerte de
la serie. Ya no queda nada de aquel entrañable cine de acción, y
McClane es una sombra de lo que fue. Su chulesco personaje se ha
convertido en un señor patético que protagoniza la típica historia
del padre ausente que pretende redimirse. Un pesado sin gracia que
busca la reconciliación con un hijo que es agente de la CIA. Sí,
para colmo de males se introduce el elemento espía.
Así,
el film es una suma de los peores vicios formales de la acción
actual, agravados por un trasfondo propio del cine más rancio de la
Guerra Fría (todos los rusos son seres malvados). El problema no
es que el argumento sea un disparate (durante toda la saga ha sido
así), lo preocupante es que no hay carisma, ni encanto. Incluso
las bromas son calamitosas. La saga está agotada, y hasta el
público empieza a darle la espalda. Y es que, al final, la gallina
de los huevos de oro siempre acaba reventando.
Manuel
Barrero Iglesias
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