Dirección y guión: Paul Thomas Anderson.
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Phillip
Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern, Jesse Plemons, Jeffrey W. Jenkins.
Música original: Jonny Greenwood.
Fotografía: Mihai Malaimare Jr.
Montaje: Leslie Jones y Peter McNulty.
Idiomas: Inglés.
Duración: 144 minutos.
9/10
Abre
la mente y déjate alienar
Paul Thomas Anderson se lo
toma con calma, se hace esperar cinco años entre película y película, o por lo
menos así ha sido entre las tres últimas. Tal vez desearíamos que fuese más
prolífico, pero si con cada película nos entrega una nueva obra maestra lo
aceptaremos como si fuésemos los ciegos seguidores de la cienciología que nos
presenta en su nueva película.
La película nos cuenta la
fundación de la Iglesia de la Cienciología -aunque nunca llegue a mencionar su
nombre por miedo a represalias legales-, la cual le sirve a Anderson como
excusa para narrar la historia de un ex combatiente de la Segunda Guerra
Mundial -interpretado por Joaquin Phoenix-, cuya cabeza sufre los devastadores
efectos lógicos de lo que supone afrontar una experiencia tan violenta y
deshumanizadora como ésta. Un tipo agresivo, alcohólico y con graves problemas
para relacionarse con los demás, que encuentra cobijo en una nueva religión
comandada por un carismático líder interpretado por el igualmente carismático Phillip
Seymour Hoffman.
El duelo interpretativo
entre los dos actores es antológico y resulta casi imposible quedarse
con uno de ellos. Anderson es especialista en sacar lo mejor de sus actores, lo
ha hecho en todas sus películas. Si consiguió que dos actores ligeramente
limitados como Adam Sandler y Tom Cruise luciesen como auténticos eruditos de
la interpretación, no cuesta imaginar lo que han dado de sí dos grandísimos intérpretes
como Phoenix y Hoffman.
The Master nos muestra a un
Paul Thomas Anderson evolucionado, con una narrativa más compleja; pero que no
pierde esa audacia que le caracteriza, ni esa facilidad para sacar a la luz las
miserias de su país natal. Con una narración poco convencional, un punto medio
entre la narrativa tradicional y el estilo Malick representado en El árbol de la vida; que le viene como
anillo al dedo al poco convencional personaje de Joaquin Phoenix.
Aquí no habría que darle
tanta importancia a la historia en sí, como a la capacidad que tiene la
película para que empaticemos con el viaje de su protagonista. Desde ese inicio
en el que se halla absolutamente perdido, hasta ese proceso de alienación y
posterior cuestionamiento y abandono de la secta. Como ya he dicho antes, la
cienciología es solo una excusa, uno no sale de la película sabiendo mucho más
acerca de ella de lo que ya sabía cuando entró; pero se nos presenta como el
contexto perfecto para hablar de los mecanismos de alienación, de la debilidad
humana a la hora de afrontar la realidad, y de la necesidad de aferrarnos a lo
que sea para rellenar esos vacíos que se nos presentan a la hora de darle
sentido.
A la postre se trata de un
estudio de la condición humana y de la necesidad que tenemos de sentir que
pertenecemos a algo, que no somos seres individuales desconectados de nuestros
iguales, un potente alegato a favor del libre pensamiento representado tanto en
lo que se cuenta como en la forma de contarlo y, sobre todo, cine con
mayúsculas del que Paul Thomas Anderson siempre nos entrega.
David Sancho
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