Dirección:
Robert Zemeckis.
Intérpretes:
Denzel Washington, Kelly Reilly, John Goodman, Don Cheadle, Melissa
Leo, Bruce Greenwood.
Guión:
John Gatins.
Música
original: Alan Silvestri.
Fotografía:
Don Burgess.
Montaje:
Jeremiah O’Driscoll.
Idioma:
Inglés.
Duración:
138 minutos.
5/10
Cine
de bajos vuelos
Robert
Zemeckis es un director con muchísimo caché en Hollywood, un caché
que se ganó sobradamente en los ochenta gracias a Tras el corazón
verde, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? y, sobre todo, la
saga de Regreso al futuro. De los noventa en adelante tuvo
sonados éxitos como Forrest Gump o Náufrago, mientras
que el resto de su filmografía como director es en el mejor de los
casos bastante discreta, rozando la vergüenza ajena en más de una
ocasión. Tras varios proyectos animados Zemeckis volvía al cine
de acción real, y se nos vendía como la vuelta del gran director
que fue. Pero lo cierto es que aún está muy lejos de su mejor
nivel.
En
El vuelo vemos a Denzel Washington en la piel de un piloto de
avión drogadicto, con cierta predilección por el alcohol, que
durante un vuelo comercial tiene que conseguir aterrizar el avión
bajo circunstancias poco favorables debido a graves problemas
técnicos. Tras el aterrizaje de emergencia se abrirá una
investigación en la que un test de drogas tendrá gran importancia.
La
película básicamente se divide en dos partes. La primera es la
escena del aterrizaje forzoso, y la segunda todo el drama que este
desencadena. La primera parte es sobresaliente; la segunda,
extremadamente convencional.
La
capacidad de Zemeckis para generar tensión es admirable -nadie
le va a negar ahora su habilidad para forjar espectáculos de nivel-,
y todo ello se ve reflejado de manera excelente en esa primera
parte de la película. Un comienzo prometedor que nos hace pensar
que ciertamente nos encontramos ante la mejor película de su
director en años, pero que en su segunda parte no hace más que
decaer.
El
problema de esta película es la forma en la que Zemeckis nos cuenta
el proceso de recuperaciones y recaídas de este alcohólico, su
relación con una heroinómana de muy buen ver -igualita que las que
desfilan un día cualquiera por la Cañada Real-, y la investigación
sobre el accidente. Como poco, diríamos que es convencional
Todo
nos suena a cien veces visto; no hay nada en esa segunda parte que
nos sorprenda, o que nos haga pensar que esta no es otra de esas
producciones hollywoodienses sobre superación personal y redención.
Zemeckis tira de todos los tópicos del género y echa por tierra
todo el trabajo bien hecho anteriormente.
Cierto
es que Denzel Washington está muy bien en su papel, pero tampoco es
nada que no le hayamos visto hacer anteriormente, y su interpretación
no es tan descomunal como para salvar la película por si sola.
Una
película que prometía mucho pero de la que solo permanecerá en
nuestra memoria ese excelente inicio, quedándose en un producto más
para el lucimiento de su protagonista.
David
Sancho
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