Dirección
y guión: David O. Russell.
Intérpretes:
Bradley Copper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver,
Chris Tucker, Julia Stiles.
Guión: David O. Russell, basado en la novela de Matthew Quick.
Música
original: Danny Elfman.
Fotografía:
Masanobu Takayanagi.
Montaje:
Jay Cassidy, Mary Vernieu.
Idioma:
Inglés.
Duración:
122 minutos.
6/10
No
es oro todo lo que reluce
David
O. Russell es un director con mucha mejor publicidad que currículum.
Unas cuantas películas resultonas como Tres reyes, The
Fighter y Extrañas coincidencias, y poquito más. Ahora
presenta una de las grandes sorpresas de la temporada; una película
que viene precedida de buenas críticas en Estados Unidos y un buen
puñado de nominaciones, tanto a los Globos de Oro, como a los Oscar.
La
película básicamente trata de dos individuos con graves problemas
-mentales en uno, y emocionales de profundo calado en la otra- que se
encuentran cuando están en proceso de recuperación. La relación de
amistad que en un primer momento se da entre ellos sirve de acicate
para que encaucen sus vidas.
Lo
cierto es que sigo creyendo que Russell está muy sobrevalorado, y
que tras la apariencia de comedia dramática profunda y perturbada
no deja de haber una película romántica más que se avergüenza de
serlo; o tal vez una muy buena película que tiene miedo de no
gustar al público y que se acaba vendiendo.
Porque
la cosa empieza muy bien, la historia fluye gracias a buenos
diálogos y unas interpretaciones excelentes. Ha habido
grandísimas alabanzas a la interpretación de Jennifer Lawrence,
llegando a ganar el Globo de Oro a la mejor actriz de comedia o
musical -y lo cierto es que ella está muy bien-; pero realmente los
dos actores que sobresalen por encima del resto son Robert De Niro y,
sobre todo, Bradley Cooper.
De
Niro destaca principalmente porque nos entrega su primera
interpretación más que aceptable en quince años, y Bradley
Cooper porque está excelente en su papel de tarado con problemas
para controlar su ira. Las escenas padre/hijo entre estos dos
actores, escoltados por la siempre genial Jacki Weaver, son
aún más divertidas que las que se dan entre Lawrence y Cooper.
Lástima
que la cosa vaya perdiendo fuelle a medida que se acerca el
desenlace, cambiando ese tono absurdo y esquizofrénico para
entregarnos un final al uso, sensiblero e innecesario; que
posiblemente sea lo que hace que la película sea objeto de
nominaciones, pero que la lastra y la vulgariza.
Un
film que podía haber sido un “ocho” pero que se queda en un
“seis” por falta de valentía, por no tener el arrojo de echar un
órdago y mantenerse fuera de los cánones que exige Hollywood para
triunfar.
David Sancho
No hay comentarios:
Publicar un comentario