To Kill a Mockingbird (USA, 1962). Dirección: Robert Mulligan. Intérpretes: Gregory
Peck, Mary Badham, Phillip Alford, Robert Duvall, John Megna, Fran
Overton, Rose Evans. Guión: Horton Foote, sobre la novela de Harper Lee. Música original: Elmer Bernstein. Fotografía: Russell
Harlan. Montaje: Aaron
Stell.
Matar a un ruiseñor es una de las películas más importantes de los años sesenta, a mí al menos no me cabe ninguna duda. Una cinta que consigue algo tan difícil como adaptar la maravillosa novela de Harper Lee, ganadora del premio Pulitzer en 1961, con un resultado más que satisfactorio. Complicada de adaptar porque se trata de una novela que narra la historia de una familia que vive en un pequeño pueblo de Alabama y en la que se mezcla la visión de los niños del mundo adulto con un drama acerca sobre el racismo.
Su
productor, Alan J. Pakula, inicialmente, tuvo problemas para sacar
adelante el proyecto debido a las dudas del guionista, Horton Foote,
y del director, Robert Mulligan, acerca de la idoneidad del libro
para ser trasladado a la pantalla. Concretamente Foote tenía dudas
acerca de si podría hacerle justicia a la novela. El resultado final
es espléndido, siendo premiado su guión con el Oscar al mejor guión
adaptado.
Otro
de los grandes aciertos de la película fue su excelente reparto,
entre los que destacan unos niños que rebosan naturalidad y verdad
en cada escena y un Gregory Peck que está casi sobrehumano en el
papel que supuso la cima de su carrera y con el que ganó
innumerables premios, entre los que hay que destacar el Oscar y el
Globo de Oro.
Lo
cierto es que recuerdo perfectamente cuando vi la película por
primera vez. Yo debía tener 14 o 15 años y comenzaba a interesarme
por el cine en blanco y negro. En su momento con lo que me quedé
de la película fue con la dura historia de racismo, con ese
abogado/padre coraje que tiene que defender a un hombre negro acusado
de violar a una mujer blanca, lo cual hace que el pueblo se muestre
hostil hacia él y su familia. Una historia dura y arriesgada para
la época, que está basada en unos sucesos que tuvieron lugar en
los años treinta en el pueblo natal de la escritora del libro.
Cuando
muchos años después volví a ver la película, lo que más me llamó
la atención es lo genial que está descrito el mundo infantil, y de
cómo se va produciendo un cambio en esos niños; una cierta
pérdida de la inocencia, un despertar al mundo adulto y a sus
peligros. Una forma de representar a la infancia que me recuerda a la
que hace Spielberg en algunas de sus películas, o recientemente J.J.
Abrams en Super 8, películas que no digo que beban
directamente de ella, pero que si que tienen ese paso de una infancia
despreocupada a una más consciente de la realidad que le rodea.
Básicamente
lo que hace tan grande a esta película es lo redonda que resulta, lo
bien que están equilibrados todos sus elementos, lo concisa de su
dirección, la genial adaptación de la novela, las sobresalientes
interpretaciones, la capacidad que tiene para conectar con el
espectador y permanecer en el recuerdo gracias a que trata temas
universales sin resultar proselitista o echar mano de trucos fáciles.
David Sancho
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