Shadow
of a Doubt (EEUU,
1943). Dirección:
Alfred Hitchcock. Intérpretes: Joseph Cotten, Teresa Wright,
Macdonald Carey, Henry Travers, Patricia Collinge. Guión:
Thornton Wilder, Sally Benson, Alma Reville; sobre el argumento de
Gordon McDonnell. Música
original:
Dimitri Tiomkin. Fotografía:
Joseph A. Valentine. Montaje:
Milton Carruth.
La sombra de una duda es la segunda película que Alfred Hitchcock rodó, tras Sabotaje, para la Universal, que tardó en contar con sus servicios 20 años más, una espera compensada nada menos que con el taquillazo de Los pájaros. Tras este éxito, continuó la colaboración entre la productora y el director con cinco obras más: Marnie la ladrona, Cortina rasgada, Topaz, Frenesí y La trama, siendo esta última la despedida del rey del suspense.
Las películas de Hitch para la Universal se alejan de producciones más suaves -no por ello menos brillantes- como 'Atrapa a un ladrón' o El hombre que sabía demasiado y dejan ver el lado oscuro de su creador; teniendo en cuenta el gusto de la mítica productora por lo tenebroso, no es de extrañar que diera vía libre a su perfil más morboso.
La sombra de una duda,
sin llegar a la violencia avícola de Los pájaros o sexual de Frenesí, presenta a un asesino en serie
(tío Charlie) que para guardar su terrible secreto no duda en intentar acabar
con la vida de su sobrina (llamada Charlie en su honor), quien, finalmente, lo
arroja bajo un tren. Casi nada para una película de los años 40 en la que, no
obstante, Hitchcock mantiene su fino
sentido del humor (el juego de crímenes que mantienen el padre de Charlie
con un vecino inoportuno) y una carga
emotiva (la relación entre tío
Charlie y su hermana), al tiempo que
rompe su axioma de no trabajar con niños, presentando a dos críos
adorables, hermanos de la protagonista, que aportan un contrapunto cómico y
tierno.
Teresa Wright está en la estela de las
protagonistas atormentadas por Hitch (tanto en lo fílmico como en
lo vital) en películas como Sospecha,
Rebeca, Crimen perfecto y la propia Atormentada:
amas de llaves trastornadas aparte, sufre por la amenaza velada del hombre
amado (la pasión de sobrina por tío roza lo incestuoso) envuelta en un mar de
dudas y enfrentándose a sus sentimientos.
No
obstante, la duda del título se despeja a mitad de la historia ante la revelación
de un detective y un anillo con un grabado acusador, y Charlie tendrá que
luchar por confrontar la lealtad hacia su tío con el horror que le producen sus
acciones y, sobre todo, su cinismo y jactancia. El psicópata, por su parte,
liberado de la culpa de sus asesinatos, que han recaído en un inocente, trata
de rehacer su vida en el apacible pueblo con su hermana y su familia, pero sin
perder el instinto, ya que echa el ojo a una viuda adinerada, sus víctimas
favoritas. Pese a la intención de Charlie de no revelar la terrible verdad, su
tío decide sepultarla antes de marcharse con su presa, y, tras tres intentos,
fallece en su pretensión. Eso sí, sólo sobrina y detective, que se enamoran,
saben quién ha sido realmente el cruento tío
Charlie, interpretado por un magnífico Joseph Cotten, quien, al contrario que
Cary Grant en Sospecha, deja ver con orgullo su vena malévola.
Especialmente memorable es su discurso sobre las viudas adineradas, toda una
declaración de principios.
Con diálogos chispeantes y actuales
-bromas sobre los bancos y el Gobierno- y una visión moderna de la mujer
representada por Charlie, La sombra de
una duda es, además, un prodigio en la forma. La
importancia de la música, de Dimitri Tiomkin (que también colaboró con Hitch en
Crimen perfecto, Yo confieso y Extraños en un
tren), casi siempre presente, subrayando acciones pero también estados de
ánimo, y la evocación al pasado terrible del protagonista con el vals de 'La
viuda alegre', que abre los títulos de crédito -también en imágenes-, es
precedente de otros momentazos musicales del director. Vértigo, Con la muerte en los
talones y, como no, Psicosis son
películas que no se entenderían, o al menos perderían parte de su maestría, sin
su banda sonora.
Una
persecución rodada desde el aire en plano secuencia, precursor de ese magistral
de una hora y media titulado La soga,
el plano en picado de Charlie, observada por su tío desde la escalera, digno
heredero de Rebeca, los primeros
planos de los inmensos Wright y Cotten y el uso del travelling se salen del
convencionalismo, como no puede ser de otra manera con el rey del suspense, y
aportan más frescura (si cabe) a esta producción.
En definitiva, La sombra de una duda es una de las tantas demostraciones del genio
de Alfred Hitchcock, quien puede presumir de tener en su
filmografía un puñado de obras maestras y de que sus creaciones menos nombradas
o conocidas, como la que nos ocupa, sean auténticas joyas del séptimo arte.
Isabella
Della Sicilia
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