Harvey (USA, 1950). Dirección: Henry Koster. Intérpretes: James Stewart, Josephine Hull, Peggy Dow, Charles Drake, Cecil Kellaway, Victoria Horne. Guión: Mary Chase, Oscar Brodne basado en la obra de Mary Chase. Música original: Frank Skinner. Fotografía: William H. Daniels. Montaje: Ralph Dawson.
El Invisible Harvey (1950) es una adaptación de la obra de teatro 'Harvey', escrita en 1944 por Mary Chase, la cual ganó el Pulitzer Prize por ella en 1945. La obra de teatro se estrenó el 1 de Noviembre de 1944 en Broadway y fue un éxito de taquilla. El papel de Elwood P. Dowd pasó por las manos de varios actores antes de alcanzar a James Stewart, quien conocería fama por ese papel. La obra llegó a ser tan exitosa que incluso se exportó a Londres, donde estaría en cartel durante 6 meses en 1949.
La
obra fue llevada a la gran pantalla por Henry Koster y los papeles
principales fueron para los mismos actores de la obra de teatro:
James Stewart y Josephine Hull, quien recibiría el Oscar de la
Academia por el papel de la sufrida hermana del protagonista, Vetta.
Para
quien no ha leído/visto la obra y/o película, el argumento podría
resumirse en que Elwood P. Dowd, un hombre adulto con un buen
corazón, afirma que tiene un amigo, el cual es un conejo de dos
metros llamado Harvey que solamente él puede ver. Para explicar el
hecho de que Elwood vea a Harvey, él mismo explica que Harvey es un
“pooka”, un animal antropomórfico de grandes dimensiones de la
mitología celta que solamente se aparece a la gente que cree en él.
La familia de Elwood, su hermana Vetta y la hija de ésta, Myrtle
Mae, sufren vergüenza ajena por este tema y se plantean la sanidad
mental de Elwood, pensando internarle en un manicomio. La relación
de esta comedia con el tema de la salud mental y el tratamiento de
los enfermos mentales es mucho más importante de lo que el
espectador actual puede imaginarse.
Para
ponernos en situación, la América que representa Elwood y su
entorno es una América de posguerra, en la que es un deber el
pertenecer a una “buena” familia (la familia no tiene que “ser”
buena, sino parecerlo). Por ello, la mayor amenaza que una buena
familia americana puede afrontar es que uno de sus miembros no sea
“normal”. Los enfermos mentales en la América de los años 40
(y posteriores 50) no son más que la personificación del mal, del
peligro que los Estados Unidos tienen que afrontar. Es en esta idea
en la que la psiquiatría moderna (la cual se desarrolló a pasos
agigantados exactamente en este periodo) se basa. Básicamente,
Elwood no es más que la cabeza de turco en esta historia, en la que
virtualmente todos los personajes le buscan para encerrarle en el
hospital psiquiátrico.
Tanto
la obra de teatro como la película retratan a Elwood como una buena
persona, haciendo que el público sienta empatía por él aunque
ellos no vean a Harvey. Como anécdota, James Stewart explicaba en
1990 que, durante esa época, algunas personas le paraban en la
calle y le preguntaban por Harvey. “Al principio pensaba que era
una broma pero entonces, después de varias veces, me di cuenta de
que era en serio. Así que yo solía decir ‘No, Harvey tiene un
resfriado, así que se ha quedado en casa.’ La mayoría de ellos
solía contestar de la misma manera. Solían decirme ‘Me llamo
Charlie y la próxima vez que le veas, ¡mándale recuerdos de mi
parte, por favor!’”
Es
ese espíritu de aceptación, de solidaridad, de entendimiento y de
respeto el que hizo que El Invisible Harvey fuese un éxito de
taquilla y de crítica, haciendo de Elwood P. Dowd no un simple
paciente mental, sino parte de nuestra propia familia, haciéndose
querer pese a que sea distinto. Porque es la medicina la que, como el
taxista que lleva a Vetta al hospital explica, hace que esos
individuos que antes se paraban a mirar a los pájaros y a admirar la
puesta de sol se conviertan en “un ser humano perfectamente normal”
y hace que “apesten”.
Es
la noción de Harvey la que hizo que diferentes personas le
escribiesen a James Stewart para agradecerle que hiciese la película,
ya que ellos mismos “tenían un amigo así en el que confían
cuando necesitan consejo y ánimo. Por eso, El Invisible Harvey
no es solamente una comedia agradable sino el deseo de que esa
América teñida de incomprensión y de prejuicio se convierta en un
lugar en que todo el mundo sea agradable y se acepte al individuo
como un ser humano único, y no como un caso a estudiar en los libros
de medicina.
Pat Robles
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