Dracula (USA, 1931). Dirección: Tod Browning. Intérpretes: Bela Lugosi, Helen Chandler, Dwight Frye, Edward Van Sloan, Frances Dade. Fotografía: Karl Freund. Montaje: Milton Carruth.
Desde los inicios del cine el género de terror ha estado presente; pero Dracula de Todd Browning supuso un antes y un después, instaurándolo como tal. Durante la época muda, se hicieron en América varias adaptaciones de clásicos como Frankenstein o Dr. Jekyll and Mr. Hyde, mientras que Lon Chaney -el Hombre de las Mil Caras- cosechaba gran éxito con sus grotescos personajes. Sin embargo, las incursiones más relevantes en este género se hacían en Europa. El Expresionismo Alemán, un movimiento muy propicio para este tipo de historias y tramas, daría títulos tan destacables e influyentes en el cine posterior como El Gabinete del Dr Caligari (1920) de Robert Wiene o Nosferatu (1922) de F.W. Murnau.
Llegada
la década de los 30, Carl Laemmle Jr sería el responsable, a través
de su trabajo como productor, de que el nombre de Universal Studios
esté por siempre ligado al cine clásico de terror. La Universal por
aquella época, así como el resto de estudios de Hollywood, se
enfrentaba por un lado a la transición al sonoro con todos los
cambios estilísticos y técnicos que ello conllevaba; y por otro, a
la Gran Depresión. Aunque en 1930 obtuvieron el Oscar a Mejor
Película por Sin novedad en el frente, necesitaban de más
éxitos para mantenerse a flote. La adaptación de Drácula
resultó ser justo lo que necesitaban.
El
proyecto inicial pensado por Laemmle era un ciclo de terror que
incluía a Lon Chaney como gran protagonista (aunque en ese momento
tenía contrato con MGM) y a Tod Browning como director. Browning y
Chaney ya habían trabajado juntos previamente en varios títulos
entre los cuales se encontraba incluso una historia de vampiros
titulada London After Midnight (1927). Pero Lon Chaney,
diagnosticado de cáncer de garganta en 1928, sucumbió a la
enfermedad antes de poder llevar a cabo el proyecto.
Aún
así el proyecto siguió adelante. Una larga lista de actores entre
los que se encontraban Paul Muni, Conrad Veidt, John Wray y Arthur
Edmund Carewe, entre otros, fueron considerados para el papel antes
de optar por Bela Lugosi. A pesar de sus buenas críticas
interpretando a Drácula en la obra teatral de Broadway, no le
consideraban lo suficientemente conocido para interpretar el papel en
la pantalla. La suerte quiso que Lugosi estuviera en Los Angeles
cuando se hacía el casting de la película y los dejó tan
impresionados en su prueba que finalmente le contrataron.
El
guión de Garret Fort no se nutre directamente del libro de Stoker,
sino que se basa en la obra de teatro -esta sí adaptación directa
del libro- con la que Hamilton Deane en Inglaterra, y luego John L.
Balderston en Broadway cosecharían gran éxito a finales de los años
20. Además, los guionistas tomaron como fuente de inspiración la
anterior versión cinematográfica, aunque no autorizada, Nosferatu
de Murnau.
En
la novela de Stoker se le describe como un ser de aspecto repulsivo,
sin embargo la imagen que se nos da con Lugosi, sin dejar de ser
escalofriante, es la de un refinado y apuesto aristócrata con su
pelo engominado, su traje de etiqueta, su capa negra y una intensa
mirada. Con Bela Lugosi se impondría una nueva imagen de Drácula,
mucho más atractiva que la original; convirtiéndose en todo un
icono de la cultura popular y un modelo a seguir para las posteriores
adaptaciones vampíricas. Si bien Bela Lugosi y el tremendo
magnetismo de su personaje es el gran protagonista, la actuación de
Dwight Frye como Reinfield es brillante. Su locura es hipnótica,
acaparando toda la atención y transmitiendo una gran sensación de
inquietud cada vez que aparece en escena.
Encumbrada
por algunos como obra maestra del terror, criticada por otros por ser
excesivamente estática y teatral; e incluso considerada inferior que
su versión hispana rodada simultáneamente. A ninguno de ellos les
falta parte de razón. Si bien técnicamente es bastante irregular y
no está al nivel que se podría esperar, la influencia en el cine
posterior y la potencia de algunas de sus imágenes hacen que sin
duda se la tenga que considerar una de las películas más
destacables de la historia del cine de terror.
Parece
ser que Tod Browning demostraba cierta falta de interés o apatía en
el set, tal vez desmotivado por las restricciones que se le imponían
desde la Universal; por lo que legó alguna parte del rodaje al
director de fotografía Karl Freund. Encargado durante la época muda
de la fotografía de títulos como El Golem (1920), El
último (Muranu, 1924), Variete (E.A. Dupont, 1925) o
Metrópolis (Fritz Lang, 1927); Freund aplica en Drácula
elementos del expresionismo alemán que combinados con los increíbles
decorados góticos crean una impresionante atmósfera fantasmagórica
en las primeras escenas de los Cárpatos y en el castillo de Drácula.
Mientras que Freund le da movimiento a la cámara, Browning opta por
concepciones más estáticas de tipo teatral.
Uno de los puntos por
los que se considera superior la versión hispana dirigida por George
Melford es que, aunque no consigue el ambiente creado gracias a la
fotografía de Freund, sí que es mucho más fluida y atrevida en la
concepción de los planos. Por otra parte, en la versión oficial
están ausentes escenas inicialmente incluidas en el guión, algunas
de ellas presentes en la versión hispana, como planos de las marcas
en el cuello de las víctimas y una escena del naufragio más extensa
con primeros planos de los marineros horrorizados. Al comparar con la
versión hispana se aprecia cuanto sufrió en el montaje lo rodado
por el equipo de Todd Browning, quedando incluso algunas escenas
cortadas antes de tiempo, creando cierta confusión.
A
pesar de todos los peros que le pueda encontrar un espectador actual,
Drácula consiguió
un gran éxito en taquilla al que le siguió el mismo año
Frankenstein (1931).
El éxito conseguido por ambas daría pie a la producción de La
Momia (1932),
El Hombre Invisible (1933), La
Novia de Frankenstein (1935) y El
Hombre Lobo (1941). Títulos que
convertirían a la Universal en un referente en lo que a cine de
terror clásico se refiere. Por su parte Tod Browning, gracias al
éxito conseguido, rodaría su film de culto Freaks
(1932) para la MGM.
M. Lofish
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