Dirección:
Sam Mendes.
Intérpretes:
Daniel Craig, Javier Bardem, Judi Dench, Ralph Fiennes, Naomi Harris,
Ben Whishaw, Bérénice Marlohe, Albert Finney.
Guión:
Neal Purvis, Robert Wade, John Logan.
Música
original:Thomas Newman.
Fotografía:
Roger Deakins.
Montaje:
Stuart Baird.
Idioma:
Inglés.
Duración:
143 minutos.
Humanizando a Bond
Los
que nunca hemos sido especialmente fans del personaje de James Bond
no tenemos ningún problema a la hora de abrazar las películas
protagonizadas por Daniel Craig, el cual nos presenta a un héroe de
acción moderno, menos elegante y mucho más físico.
Su
primera película como protagonista de la saga ya lo dejaba claro,
algo había cambiado, se había adaptado a los nuevos tiempos y ese
lavado cara le había sentado de maravilla. Desde los primeros
minutos Casino Royale, con esa espectacular persecución, ya
consiguió enganchar al espectador moderno, pero no tanto a aquellos
que añoraban un retorno a las raíces del personaje, algo que no
parece que vayamos a ver a medio plazo.
Esta
tercera entrega con Daniel Craig como protagonista y dirigida por
el siempre eficiente Sam Mendes, muestra una falta de acción
realmente inesperada, la cual es suplida con grandes diálogos y
estudio del personaje de Bond mucho más minucioso e interesante de
lo que habíamos visto hasta ahora. Muchos han relacionado este
desarrollo del personaje con el realizado por Christopher Nolan con
el personaje de Batman/Bruce Wayne en su exitosa trilogía, y lo
cierto es que no les falta razón. Un toque menor de oscuridad pero
muchos elementos en común, especialmente el de la humanización del
héroe.
Para
que dicha humanización tenga una cierta coherencia es esencial el
personaje interpretado por Javier Bardem, el cual representa el
reverso tenebroso de los agentes del MI6, todo aquello en lo que
James Bond lucha por no convertirse. Y resulta imposible hablar de
esta película sin alabar la interpretación de Bardem, que crea
con Raoul Silva otro villano antológico a la altura del Anton
Chigurh de No es país para viejos. Bardem carga al personaje
de matices, haciéndolo aterrador y divertido a partes iguales,
conformando un personaje enigmático que se apodera de la película y
la hace suya a pesar de lo “poco” que aparece en ella.
Otra
de las incógnitas que nos presentaba la película era comprobar la
capacidad de un director como Sam Mendes, especializado en
dramones, a la hora de ponerse al frente de un transatlántico del
cine de acción como es este Skyfall, y lo cierto es que no
defrauda. Se lo lleva a su terreno, le aporta carga dramática y
coherencia narrativa sin por ellos desfallecer en las escenas de
acción, las cuales son, en su mayoría, espectaculares. El
director británico aprueba con nota.
Lo
único que se echa en falta en esta entrega es una chica Bond de más
calibre, un personaje femenino que consiga calar en el espectador,
además, claro está, del de M, interpretado por Judi Dench, el cual
tiene más protagonismo en esta entrega que en ninguna otra película
de James Bond.
Lo
cierto es que Skyfall es una película altamente disfrutable
para todo tipo de público, tanto para aquellos que disfrutaron en
los sesenta y setenta con las películas de Sean Connery como para
aquellos que se reenganchan ahora a la saga. Una cinta de acción
con enjundia que no pasará a la historia pero que se erige como un
divertimento de mucho nivel.
David Sancho
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