Dirección:
Radu Muntean.
Intérpretes:
Mimi Branescu, Maria Popistasu, Mirela Oprisor, Dragos Bucur, Victor
Rebengiuc.
Guión:
Radu Muntean, Razvan Radulescu, Alexandru Baciu.
Fotografía:
Tudor Lucaciu.
Montaje:
Alma Cazacu.
Idioma:
Rumano.
Duración:
99 minutos.
8/10
Dulce Navidad
El
actual cine rumano goza de una envidiable salud. Películas que
proponen una apuesta formal firme y muy coherente. Desde que Cristi
Puiu marcara el camino con La muerte del Sr. Lazarescu, muchos
son los que lo han seguido, componiendo un panorama en el que se
habla sobre el pasado y el presente de la sociedad rumana, a través
de un estilo despojado de artificios, y que tiene su punto fuerte en
los larguísimos planos que hacen crecer a los personajes hasta
límites insospechados.
Radu
Muntean es uno de esos directores de inmenso talento y rigurosa
propuesta formal. Martes, después de Navidad tiene
casi tantas secuencias como planos, reduciendo los cortes la mínimo.
Empezando por una primera secuencia que es todo un prodigio de
naturalidad, en la que espiamos a dos amantes que viven con pasión
su amor. Una película rodada por orden cronológico que empieza con
dos personajes desnudos ante la cámara. Al director le interesa
mostrar la evolución de sus personajes, de ahí que rodara de esa
forma. Pero el primer triunfo está en conseguir tal grado de
compenetración en la primera secuencia, cuando todo siempre es más
frío.
El
argumento no es ninguna novedad. La infidelidad en el matrimonio.
Pero sí que hay una forma de abordar el tema no habitual en el cine,
no ya en el más comercial, incluso en el más denominado cine de
autor. Se tarda mucho en abordar directamente el conflicto, que el
director va rodeando a través de secuencias más bien cotidianas.
Ahí es el personaje masculino el que sostiene el film. En una
interpretación que puede parecer anodina, el actor hace un magnífico
trabajo. Su rostro no refleja lo mismo (ni remotamente parecido)
cuando está con una mujer o cuando está con la otra. El contraste
es claro, y es especialmente relevante ver sus interacciones con la
esposa, en las que va creciendo el desasosiego y ese estar ausente.
Hay
una secuencia central que supone un punto de inflexión, en la
que los tres coinciden más o menos por accidente, sin saber la
mujer que la dentista que atiende a su hija es la amante de su
marido. Otro prodigio de planificación y de un trabajo actoral
soberbio. Y un punto a partir del cual, ya nada será igual para
nadie. Hay que destacar el hecho de que Raluca jamás se comporta
como una amante despechada o exigente, no es ella la que provoca el
conflicto.
La
última secuencia absolutamente magistral es aquella del desenlace.
La (no) explosión de Paul a la hora de desvelar su secreto es
genial. Todo lo que viene detrás es real como la vida misma, una
montaña rusa de emociones. Una vez más, los actores consiguen
llevar con una capacidad enorme los momentos más explosivos del
film.
Muntean
nos habla de las relaciones, y lo hace con una naturalidad
apabullante. Con una película que hace crecer a sus personajes; que
son los que hablan y callan, los que sienten y piensan. Una película
en la que no todo se ve, y en la que lo cotidiano nos permite
construir el relato global. Un relato salteado con un puñado de
largos planos, algunos de ellos sublimes. Como aquel que sirve de
epílogo, un cierre redondo para una de las grandes películas que se
estrenan este año en nuestro país.
Manuel
Barrero Iglesias
No hay comentarios:
Publicar un comentario