Octavo día en Sitges. La sección oficial nos trae animación
japonesa de calidad, terror con casas encantadas y niños fantasmas, más comedia británica disparatada, y un hipnótico ejercicio
de suspense. En Panorama, el thriller con el que Kim Ki-duk ganó en Venecia. Y
también hablaremos de Looper, película que clausuró el festival
Por Manuel Barrero Iglesias
Pietá (Kim Ki-duk)
Hacía años que el cine de Kim Ki-duk me interesaba muy poco. Sin rubor, reconozco haber disfrutado mucho con Hierro 3 y, en menor medida con Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera. Pero el coreano llevaba demasiado en errática trayectoria, con películas flojas o directamente infumables. Aún así, nunca ha dejado de ser asiduo de los grandes festivales del mundo. De hecho, Venecia le otorgó el León de Oro este mismo año. Como si estuvieran esperando a que hiciera algo medio decente para volver a encumbrarlo.
Y es que Pietà no está nada mal, pero tampoco es una obra grandiosa. El tema de la venganza ya ha sido tratado recientemente con más acierto por su compatriota Prak Chan-Wook. Ki-duk, además, le da ese aire trágico que tanto le gusta. Película aceptable que nos reconcilia (algo) con su autor. Pero el mundo del cine (el festivalero, concretamente) debería ir aceptando que lo del coreano fue flor de un día.
Sinister (Scott Derrickson)
Cinta de terror repleta de tópicos, sí, pero que Derrickson consigue hacer muy efectiva. Casa encantada y niños fantasmas, es decir, elementos explotados hasta la saciedad se dan cita también aquí. Tampoco es demasiado innovador el retrato de la familia, con su escritor obsesionado por conseguir un nuevo éxito, la esposa abnegada, y los hijos con alguna peculiaridad.
Lo que hace de Sinister algo especial es su uso del Super-8 como formato para crear el terror. El resto de apariciones fantasmagóricas son inocuas, pero cada una de las filmaciones que el protagonista contempla son las que realmente ponen el vello de punta. Una inteligente forma de usar el audiovisual para hacer interesante un film de argumento rutinario.
Wolf Children (Mamoru Hosoda)
La animación japonesa, siempre a la vanguardia, siempre
ofreciendo obras de gran belleza. El director de Summer Wars nos trae un hermoso cuento
sobre niños lobo. Con una animación de trazos sencillos, Mamora nos atrapa
en un mundo que combina magia y realismo en sus justas dosis. Quizás sea el clímax tormentoso lo más flojo del film.
Un trabajo que habla sobre el amor que supera las
diferencias, sobre la abnegación de la maternidad, sobre el crecimiento de los
hijos, o la necesidad de encontrarse a uno mismo. Y lo hace con sentido del humor,sensibilidad e inteligencia. Y es que los japoneses son expertos en
hacer películas que no tratan a los niños como idiotas. Si por alguna remota
casualidad, Wolf children se estrena en España, lleven a sus hijos a verla. Y
si no tienen niños, háganse el favor a ustedes mismos.
A Fantastic Fear of Everything (Crispian Mills, Chris Hopewell)
Más comedia absurda británica en esta película que mezcla
elementos de aquí y allá. Una vuelta de tuerca al asesinato en serie, el miedo
visto desde un punto de vista paranoico-paródico, y una galería de personajes
de lo más peculiar.
Aunque no es hasta la aparición del policía cuando
el film de verdad es divertido y tiene brillantes diálogos. Las situaciones
hilarantes se suceden durante ese tramo del sótano. Pero lo que hubiera sido un
corto genial está rodeado por una película que jamás alcanza esos niveles,
ni se la acerca. El resto es aburrido, y no engancha jamás.
The Berberian Sound Studio (Peter Strickland)
Hipnótica cinta de terror, pero ese terror muy a lo David
Lynch, director con el que esta fascinante película tiene mucho en común. Una
obra que es cine dentro de cine dentro de cine; en la que el argumento
lineal e inteligible es lo de menos. En la que el suspense se crea a través de
un juego de espejos y de confundir ficción y realidad.
Y, de paso, un bello homenaje a esos artesanos del sonido,
esos técnicos en la sombra que hacen posible la magia del cine. Y al terror italiano. Una película que son varias en una, y que nos atrapa
totalmente, si es que logramos entrar en su juego.
Looper (Rian Johnson)
Johnson sorprendió con su ópera prima, Brick, una revisión del cine negro llena de frescura. Un prometedor comienzo al que siguió la tibia acogida de The Brothers Bloom. Con Looper, el autor vuelve al cine de género, con una ciencia-ficción con toques de cine negro, que usa varias obras referenciales para reinventarse en un producto con personalidad propia.
Vuelve a conseguir darle un soplo de aire fresco a un género ya tan gastado, a través de una dirección vibrante, en un film que combina acción y reflexión con paciencia. A ojos de este crítico, la resolución es algo insatisfactoria, con un viaje hacia la redención demasiado evidente. Aún así, son muchas las virtudes que acompañan a esta ciencia-ficción vigorosa.
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