Dirección: Mikael
Håfström.
Intérpretes:
John Cusack, Gong Li, Chow Yun-Fat, David Morse, Ken Watanabe, Franka Potente.
Guión:
Hossein Amini.
Música original:
Klaus Badelt.
Fotografía: Benoît
Delhomme.
Montaje:
Peter Boyle, Kevin Tent.
Idiomas:
Inglés, mandarín, japonés, alemán.
Duración:
105 minutos.
5/10
Siempre nos quedará Shanghai
Es
bastante recurrente, dentro de la maquinaria de Hollywood, repetir las mismas
fórmulas que en anteriores ocasiones generaron éxito. Shanghai, de Mikael Håfström, cae
en el mismo error que muchos thrillers actuales ambientados en la Segunda
Guerra Mundial: en el intento de recuperar el sabor del cine clásico, olvida
que ello no debería basarse en copiar ciertas características del mismo y
pulsar el botón automático. A esta Shanghai
le falta la personalidad necesaria para
crear una atmósfera real en lugar de delegar exclusivamente en el uso del humo
para llenar los espacios.
Estéticamente,
se trata de una película estilizada y con un importante despliegue artístico en
la recreación de la ciudad a principios de los 40, pero sin ningún tipo de alma.
Un conjunto frío, lejano, irreal. Pese a
los esfuerzos, no se logra que el escenario cobre importancia y, realmente,
uno piensa que esta película está ambientada en la ciudad china como se podía
haber ambientado en cualquier otro lugar. El deseo de transmitir la magia de su
ciudad natal por parte del productor Mike Medavoy resulta un fracaso. Por su
parte, la fotografía de Benoît Delhomme (El
niño con el pijama de rayas, El
mercader de Venecia), como de costumbre, es tan vistosa como desafortunada,
basada en un exceso de iluminación que va en contra de lo que la acción
requiere.
Quizás
resulte más interesante su guion, a cargo de Hossein Amini, antes de que
escribiera el de la aclamada Drive.
Aunque el argumento no sea novedoso -y tenga demasiados lugares comunes con
clásicos como Casablanca-, derive en
su tercio final en un sinsentido de acción, y la película comience con un flashback
totalmente prescindible; sí que tiene cosas más que rescatables.
La historia resulta
atractiva desde el primer momento, y mientras el tono es el del noir, el
interés va in crescendo.
Salvo por la introducción de algún flashback algo discutible, pocos reproches
se le puede poner a la película en este aspecto. Los personajes están bien presentados y algunos de ellos son los que
verdaderamente transmiten el interés comentado. Destacan, especialmente,
los personajes orientales, interpretados por un ambiguo Ken Watanabe, una
arrolladora Gong Li y sobre todo por Chow Yun-Fat, que seduce y finalmente
devora la cámara. Por el lado contrario, cabe mencionar que John Cusack es
incapaz de dotar de cinismo y claroscuros al personaje principal de la
película.
También juega en contra de
la película el hecho de que resulte demasiado obvia su referencia en Casablanca. Al
igual que aquella, contiene ambientación en un país exótico durante el final de
la Segunda Guerra Mundial, el idealismo romántico, los héroes movidos por el
corazón, las intrigas y diálogos con dobles sentidos y cinismo. Pero no tiene nada de lo que realmente ha colocado
el clásico de Curtiz en el Olimpo cinematográfico. En Shanghai no hay magia,
ni vida; no involucra al espectador en la historia como si fuera suya. En
definitiva, es excesivamente palpable su artificialidad.
Por
lo tanto, se puede decir que esta previsible película, hecha a imitación de
gran producción -con un potente reparto y con el sello de los Weinstein- pero
rodada sin apenas ningún tipo de ambición artística, funciona en parte por
cierto encanto en su trama y en algunos de sus personajes. Tan correcta como
olvidable.
Jorge Marugán
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