Dirección:
Ole Bornedal.
Intérpretes:
Jeffrey Dean Morgan, Natasha Calis, Kyra Sedgwick, Jay Brazeau, Rhys
Ifans, Madison Davenport.
Guión:
Juliet Snowden, Stiles White; basado en el artículo de Leslie
Gornstein.
Música
original: Anton Sanko.
Fotografía:
Dan Laustsen.
Montaje:
Eric L. Beason.
Idioma:
Inglés.
Duración:
92 minutos.
3/10
Exorcismo de saldo
La
sombra de El exorcista es alargada, y
prácticamente imposible no pensar en la cinta de Friedkin al ver
cualquier película de temática de posesiones diabólicas. Por
mucho que se haya intentado tratar con un enfoque diferente, ha sido
imposible superar la original.
The
Possession. El origen del mal, no es ni muchísimo menos la
excepción que confirma la regla, ya que la única novedad que
presenta la cinta es tratar el tema desde la óptica de la religión
hebrea, al transmitirse esta vez el mal a través de una caja de
madera encontrada en un mercadillo que contiene un espíritu maligno llamado dibbuk.
Respaldada
por Sam Raimi y su productora Ghost House Pictures, y dirigida por el
danés Ole Bornedal -recordado por El vigilante nocturno y su
remake made in Hollywood, La sombra de la noche-, la película
se centra en una familia americana media en crisis debido a la
separación de los progenitores, interpretados por Jeffrey Dean
Morgan, visto en La víctima perfecta y Kyra Sedgwick, señora
de Kevin Bacon y estrella catódica en The Closer.
Al
igual que en su ejemplo a seguir, el diablo se introduce en el cuerpo
de una niña, también de doce años, en este caso se trata de
Natasha Calis. Hasta aquí los parecidos, ya que aún diciendo que la
historia se basa en un hecho real, en ningún momento consigue
alcanzar el escalofrío o el mal rollo de su predecesora, debido a
una factura demasiado limpia, aportando únicamente realismo en
la secuencia donde aparecen supuestos exorcismos reales, algo que
apenas dura unos segundos. El resto peca de ser efectista y de
mostrar en exceso, cayendo en ocasiones incluso en lo ridículo,
dentro de una acción que no termina nunca de explotar del todo-
y eso que tiene grandes posibilidades que no sabe aprovechar, como la
secuencia en el depósito de cadáveres o la de los cristales rotos-,
quedándose siempre a medias tintas.
Gran
parte de culpa lo tiene un guión sin chicha alguna y con exceso de
personajes que podrían desaparecer de un plumazo sin afectar a la
trama, véase la hija mayor o el nuevo novio de la madre,
encarnado por un recuperado Grant Show, sí, el de Melrose Place.
The
Possession se trata pues de un filme que permanece muy por
debajo de cualquier explotation surgida a raíz del éxito de
Friedkin, llámese El anticristo, Exorcismo o
incluso secuelas, siendo únicamente válida para acercar el
subgénero a nuevas generaciones con poco nivel de exigencia.
Jesús
Palop
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