Cine asiático para la sexta
jornada del festival. En ambas, tenemos
maternidad obligada por violación. La china Emily Tang dirige All apologies, y
el ya consagrado iraní Bahman Ghobadi (Las tortugas también vuelan) está detrás
de Rhino Season.
Por Manuel Barrero Iglesias
All Apologies (Emily Tang)
Con
su apariencia de película pequeña, All apologies
termina alcanzándonos más allá de su final, haciéndose un hueco en nuestro
corazoncito. En la vorágine que se convierte un Festival
de cine, muchas veces no da tiempo a degustar un film cuando ya estás inmerso
en otro. Pero la película de Emily Tang es de las que crecen en el recuerdo.
La China rural es el marco
en el que se desarrolla una historia que empieza con tragedia, y que se centra
en la rabia de unos padres abatidos por el dolor. El humano sentimiento de
descargar la ira en el “culpable” recorre el primer tramo del film. La
directora siempre trata el tema con suma delicadeza, sin cargar las tintas en
el dramatismo de la historia.
A medida que transcurre el
film, éste se va convirtiendo en un alegato en contra de la violencia contra la
mujer. Pero, de nuevo, la directora huye
del dramatismo obsceno, para ir construyendo un discurso sutil pero contundente.
La dignidad y entereza que muestra el personaje femenino es toda una lección de
humanidad.
Película
sensible, sencilla en apariencia, pero que encierra un mensaje claro contra el
machismo aún imperante en el mundo, en este caso concreto, en
China.
Rhino Season (Bahman
Ghobadi)
En
el cine de Bahman Ghobadi siempre está presente el llanto por una tierra, la
suya, golpeada por propios y extraños. En
los últimos años, el director se está preocupando por denunciar las situaciones
provocadas por los gobernantes de su país. En Irán, siendo director de cine con
voz propia, las opciones son deprimentes: Si te quedas, te arriesgas a ser
encarcelado (caso de Jafar Panahi). Si quieres libertad, la única opción es el
exilio (caso del propio Ghobadi).
Una tristeza que recorre este
trabajo, basado en la historia del poeta kurdo-iraní Sahel, encarcelado durante
treinta años, mientras a sus familiares se les dijo que había muerto. Un desgarrado grito de desolación
personificado en la dantesca historia de este hombre, pero que es la historia
de muchos otros.
El
tono poético invade todo el film, quizás en exceso. Es cierto que hay momentos
de gran belleza, pero también hay demasiada dispersión en una obra que se
pierde en sí misma. Un laberinto del que no siempre sabe salir
el autor, que enreda su loable propósito en una película que termina siendo muy
cargante.
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