La primera jornada del Festival nos dejó una película norteamericana que ha dejado más bien frío, y una apuesta rompedora y arriesgada del cine español. La primera será complicado que rasque algo del palmarés. La segunda, algo seguro que se lleva. Aunque sea el premio para su fotografía.
Por Manuel Barrero Iglesias
El fraude (Nicholas Jarecki)
Se
inauguró el Festival de San Sebastián con la única película
estadounidense a competición. Había que empezar fuerte, y la
presencias de Richard Gere y Susan Sarandon en Donostia aseguraban
que que los focos se girarían hacia la ciudad vasca. Detrás de las
cámaras está Nicholas Jarecki, que debuta en la ficción (ya había
abordado el documental) con este thriller dramático, que protagoniza
de forma omnipresente el carismático Gere. Las alabanzas hacia el
trabajo del actor están siendo muchas y variadas, pero a este
cronista le pareció todo lo que no debe ser una gran interpretación.
Hay mucho de estrella que se luce en la forma en la que el actor
aborda su papel.
Por
contra, son los secundarios (en el escaso espacio que les deja la
presencia de Gere) los que hacen subir el nivel del film. Una
esplendorosa Sarandon que da toda una lección de saber estar en cada
aparición que tiene, y un Tim Roth cuya creación roza lo sublime.
Jarecki
construye un thriller ambicioso, con demasiadas aspiraciones para el
flojo resultado final. Poner la actual crisis como marco de una
historia como ésta siempre le da más empaque al discurso. Aunque si
ese discurso no contiene demasiado jugo, el maco se queda casi en lo
anecdótico. A un nivel más íntimo el autor se propone hablar sobre
las relaciones humanas, o sobre las falta de escrúpulos para
mantener un estatus.
Y
en este nivel observamos no pocas similitudes con grandes obras de
Woody Allen, como Delitos y faltas o Match Point. Pero El fraude no
consigue llegar a las elevadas cotas reflexivas del neoyorquino;
quedándose en un superficial thriller que merodea alrededor de
muchos temas, pero que no profundiza lo suficiente en ninguno.
Blancanieves (Pablo Berger)
De
las tres versiones que nos han llegado del famoso cuento este año,
ésta es sin duda la más arriesgada y peculiar. A Pablo Berger hay
que reconocerle el mérito de una aproximación que rompe todos los
esquemas a través de una amalgama de referencias de lo más variadas.
Por un lado, tenemos uno de los más famosos cuentos con princesa en
dificultades. Si a esto le sumamos todo el folclore andaluz de
principios del siglo XX, nos queda una mezcla de lo más chocante. El
mundo de los hermanos Grimm lleno de toreros, folcloricas y cortijos.
Tremendo.
Ahí
no queda la cosa, Berger además usa el cine mudo como opción
estética. Con su blanco y negro, sus cartelitos de diálogos, sus
interpretaciones basadas en lo gestual, y su música acompañando de
forma continua. Es complicado no pensar en The Artist, película que
basaba su encanto en utilizar los códigos del cine mudo para
hacerlos llegar al gran público de forma amena.
Berger
consigue una película realmente bella, con imágenes sorprendentes,
con sus dosis de sentido del humor. Y, sobre todo, con una mezcla que
descoloca. Aunque pierde gran parte de su impacto, ya que su emotivo
homenaje al cine mudo lo hemos visto hace poco, con lo que su
sorpresa no es tanta.
Y
como sucedía en The Artist, lo que se cuenta termina siendo lo de
menos. Lo importante es el cómo, y esa forma de mezclar universos
tan distintos. Aunque una vez superada la sorpresa inicial, el
desarrollo del relato tiene poco que ofrecer. Bueno sí, un bello
ejercicio de estilo rematado con un final de lo más hermoso. Es esta
Blancanieves una película para dejarse llevar. Y a pesar de no ser
ni mucho menos redonda, la mejor versión del cuento de las que se
han estrenado este año.
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