Fuera de concurso se
presentaba la tercera película de Ben Affleck como director, que
además protagoniza el film. Una película que en sus primeros
minutos apunta a obra maestra, pero que luego se diluye en los
tópicos del género.
La segunda película
española a concurso nos trae una maravillosa y surrealista fábula,
con un José Sacristán que tendría que ser firme candidato al
premio al mejor actor.
Por Manuel Barrero Iglesias
Argo (Ben Affleck)
Fuera de concurso
Que Ben Affleck es un muy
buen director es algo que ya no sorprende. Fue su ópera prima -Adiós
pequeña, adiós- la que nos demostró que era mucho mejor detrás
de las cámaras que delante. El thriller parece que es su género
favorito, y tras The Town (películas de robos a la vieja
usanza), su tercera película también abraza ese género a través
de una historia basada en hechos reales. Una premisa tan disparatada
solo podía estar inspirada en algo que sucedió de verdad.
El inicio del film es
simplemente genial. Desde la presentación del contexto
sociopolítico de la época hasta los momentos de suspense, creados
de forma muy sabia por el director. Sin forzar, aprovechando la
incertidumbre de la situación. La película mantiene su nivel
brillante cuando en la improbable ecuación que se plantea aparecen
personalidades hollywoodienses de aquella época. La sátira a
través de los personajes de John Goodman y Alan Rickman da un
agradecido respiro a una historia de enorme tensión.
Es una lástima que a
medida que avanza la trama a Affleck le dé por introducir cada vez
más elementos que se regodean en el tópico y que acercan su
película al cine más comercial, en el peor sentido de la palabra.
Trucos que van desde el sentimentalismo de una trama innecesaria
sobre el amor de padre, hasta el -de todo punto innecesario- in
crescendo dramático que convierte el desenlace en un inverosímil
clímax de (supuesta) emoción.
No era necesario. Ya
sabemos que una producción de este tipo luce más de cara al público
si hay persecuciones y suspene hasta el último segundo. Pero esta
historia tenía la suficiente fuerza por sí misma como para no
recurrir a esos trucos baratos. Y Affleck ha demostrado
sobradamente su capacidad en la dirección como para no tener que
recurrir a ellos. Tenía la opción de haber explorado caminos más
estimulantes, pero se decantó por el sendero más obvio y cómodo.
Una pena que su
trabajo no mantenga el nivel de su impecable arranque. Si hubiera
sido así, probablemente hablaríamos de una obra maestra. Argo,
al final, se queda simplemente en una buena película made in
Hollywood.
El muerto y ser feliz
(Javier Rebollo)
Desde el principio
sorprende esta obra de Rebollo debido a esa voz en off omnipresente,
que anticipa diálogos, adivina intenciones, lee pensamientos, se
equivoca, miente e interpreta. Una voz que le da no pocos toques
de humor a un trabajo muy estimulante. Una voz como de
presentadora de telediario, que al final se termina haciendo
imprescindible, un personaje más de este delirante viaje.
La película toma forma
en una road movie por la Argentina interior (algo que tantos
otros han hecho antes), con reminiscencias de western crepuscular,
dándole un toque irónico al cine de asesinos a sueldo que ya
están de vuelta de todo.
Un inmenso José
Sacristán recrea con gran sabiduría a este enfermo terminal que
emprende su último viaje por el mundo, un viaje en el que
conoceremos lugares y personas variopintos. Un viaje en el que este
Dead Man pretende exprimir hasta la última gota de vida.
Quién preferiría morir en un hospital deprimente cuando aún se
puede viajar, desear, o incluso follar.
Una película alegre y
muy libre, un canto a la vida como última esperanza antes de la
muerte. Llena de surrealismo e ironía, Javier Rebollo firma una
película fascinante.
No se porqué me ha venido a la mente Resnais leyendo tu primer párrafo. Me alegro por Sacristán.
ResponderEliminarEl primer párrafo de la de Rebollo.
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