Dirección:
Morten Yyldum.
Intérpretes:
Aksel Hennie, Nicolaj Coster-Waldau, Synnøve
Macody Lund,
Elvind Sander, Julie R. Ølgaard.
Guión:
Lars Gudmestad, Ulf Ryberg; sobre la novela de
Jo Nesbø.
Música
original:
Trond Bjerknes, Jeppe Kaas.
Fotografía:
John Andreas Andersen.
Montaje:
Vidar
Flataukan.
Idiomas:
Noruego, danés, ruso, inglés.
Duración:
100 minutos.
4/10
Atmósfera
inquietante, guión delirante
Definitivamente,
se ha puesto de moda el thriller nórdico. Tanto los productos
autóctonos procedentes de Suecia, Noruega o Dinamarca; como las
incursiones hollywoodienses de directores reclutados en aquellas
latitudes. Y es que al género le suele sentar muy bien esa frialdad
en el tono, esa sequedad cortante que impregna el ambiente.
Headhunters
comienza, además, con una reflexión sobre las apariencias, sobre
cómo se desvirtúa la noción de éxito en los tiempos que corren.
El trabajo de Askel Hennie resulta fundamental para dar vida a este
pseudomillonario acomplejado, en constante estado de pánico ante la
posibilidad de perder el amor de su despampanante pareja.
La
aparición de Clas aporta aún más incertidumbre a un relato que en
su primera parte mantiene una estimulante calma tensa. Pero es
justo antes de que se desencadene toda la violencia, cuando la
película comienza a cimentar su derrota en el terreno de la
verosimilitud. Una llamada de teléfono metida con calzador
desencadena una serie de acontecimientos que guardan poca lógica. Y
no solo nos referimos a los improbables accidentes que el azar
dispone para que los hechos ocurran. Es que algo tan básico como las
motivaciones de algún personaje escapan de cualquier mínima
coherencia.
Así,
tenemos un thriller con una atmósfera desasosegante, con unas
secuencias de acción muy bien rodadas, con unas interpretaciones
bastante ajustadas; pero que hace aguas por culpa de un guión
demencial. Para colmo, rematado con un final que podría firmar
cualquier producción hollywoodiense de tres al cuarto.
Las
inefables trampas en el guión tampoco ayudan en nada a un trabajo de
punzante planteamiento. Mucho más acertado en lo visual, repleto
de fuerza y elegancia, que un texto con innumerables lagunas. Tantas,
que resulta imposible pasarlas por alto.
Manuel
Barrero Iglesias
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