Cave
of Forgotten Dreams (Canadá-USA-Francia-Alemania-Reino
Unido, 2010).
Dirección
y guión: Werner Herzog.
Documental
con:
Werner Herzog, Jean Clottes, Julien Monney, Jean-Michel Geneste,
Michel Philipe.
Música
original: Ernst Reijseger.
Fotografía:
Peter Zeitlinger.
Montaje:
Joe Bini, Maya Hawke.
Idiomas:
Inglés, alemán, francés.
Duración:
90 minutos.
Viaje
al pasado
Werner
Herzog sigue en plena forma. Cuando ahora se estrena en España esta
película, el director alemán ya ha terminado otros tres
documentales. Lo último que pudimos ver en las pantallas de nuestro
país fue Teniente corrupto (2009), una muy libre
adaptación del film dirigido por Abel Ferrara. Aquella fue su última
incursión en la ficción, terreno que cada vez frecuenta menos.
En
su propósito de ir más allá y transitar territorios a los que no
accede casi nadie; Herzog ha conseguido meterse en la Cueva de
Chauvet, descubierta en 1994, y en la que el acceso está
celosamente restringido. Solo los científicos que la estudian pueden
penetrar en ella, y no más de determinadas horas durante algunas
semanas al año.
Así
se intenta preservar un ambiente mantenido por las condiciones del
lugar, que han permitido la conservación de pinturas y restos sin
que el paso del tiempo haya hecho sus habituales estragos. Es decir,
nos encontramos en un lugar que pertenece a otro tiempo.
Ahí
es donde entra la fascinación de Herzog, que establece un
apasionante diálogo entre pasado y presente. Recordemos como en
Grizzly Man (2005) el director “dialogaba” con Timothy
Treadwell, a través de los documentos filmados por este último
hasta su muerte. Pues eso mismo hace con los prehistóricos homínidos
a través de sus rudimentarias obras.
Una
“conversación” que resulta mucho más dificultosa, y en la que
el director alemán no para de plantearse interrogantes. Un viaje
al pasado en el que el espectador tiene que rellenar los infinitos
vacíos sobre cómo vivían, y qué pensaban aquellos primitivos
hombres. La cueva de los sueños olvidados logra
transmitir sensaciones no siempre fáciles de explicar.
Y
es que Herzog siempre ha sabido plantear cuestiones importantes, a la
vez que deja en el aire las posibles respuestas. Esta película
-como muchas otras de su filmografía- establece esa
retroalimentación entre autor-obra-espectador que nos consigue
despertar reflexiones de indudable profundidad.
Por
cierto, muy acertada la decisión de utilizar 3D.
Imperceptible en la mayoría del metraje, los escasos momentos en los
que se nota son auténtica magia. Lo más cerca que vamos a estar el
resto de los mortales de viajar en el tiempo. Esa cueva que nos
conecta con nuestros antepasados más remotos. Y con su arte. Que, al
fin y al cabo, es lo más valioso que nos queda de nuestro paso por
el mundo.
Manuel
Barrero Iglesias
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