Nicolas
Cage puede ser detestable por muchos motivos, pero hay una cosa por
la que siempre le tendremos que estar agradecidos. Él provocó que
nuestro protagonista de hoy se acercara al mundo de la
interpretación. Por aquel entonces, Depp andaba más pendiente de la
música, su gran sueño de juventud. Con su guitarra eléctrica y las
drogas como constantes compañeras de viaje, su caso era el del
típico aspirante a rebelde rockero.
Pero
como decimos, el cine se cruzó en su vida. Con veinte años debutó
en un film que no le daba mucho margen para demostrar sus cualidades
interpretativas, pero Depp siempre podrá presumir de haber
participado en una cinta mítica del cine de terror del calibre
de Pesadilla en Elm Street (1984). La
intrascendente comedia adolescente Punto de recreo (1985)
y un pequeño papel bajo las órdenes de Oliver Stone en la
oscarizada Platoon (1986) precedieron a uno
de los momentos clave en su trayectoria.
La
televisión lo lanzó al estrellato gracias su personaje de Jóvenes
policías. Cuatro temporadas en la piel de Tom Hanson le
sirvieron para convertirse en ídolo de adolescentes. Un rol en el
que no se sentía nada cómodo, y con el que rápidamente trató de
romper. Y qué mejor forma que ponerse a las órdenes de un director
tan 'underground' como John Waters. Aunque Cry Baby (1990)
no sea el Waters de los inicios, siempre queda algo de ese espíritu
irreverente que en esta ocasión parodia los musicales del
estilo Grease. Además, a Depp le sirvió para cumplir
(aunque fuera en la ficción) su sueño de ser una rock star.
Y
entonces llegó el hombre que definitivamente marcaría su carrera
profesional. Tim Burton lo escogió para ser Eduardo
Manostijeras (1990), y el resto ya es historia. Una
hermosa película de culto que dio inicio a una relación que se
extiende hasta la actualidad, y que contiene ya ocho títulos. Un
director que siente predilección por los personajes marginados y
“raritos”, junto a un actor que siempre ha proyectado esa imagen.
Tal para cual. Además del joven con tijeras en lugar de manos, Depp
ha sido Ed Wood (el considerado ‘peor director de todos los
tiempos’), el excéntrico Willy Wonka, El sombrerero loco, o un
barbero diabólico.
Justo
un año antes de protagonizar la grandísima obra maestra de Tim
Burton, Depp fue dirigido por dos directores de importancia. Con Emir
Kusturica rodó El sueño de Arizona (1993),
y con Lasse Hallström la hermosa ¿A quién ama Gilbert
Grape? (1993). Además, una discreta película que
servía para engrosar su lista de personajes excéntricos, el Sam
de Benny & Joon (1993). Y en 1994 fue Ed
Wood, superlativa declaración de amor por el cine, filmada
en un bello blanco y negro. Depp conseguía reflejar toda la
inocencia y el entusiasmo de un director de cine cuya única arma era
su desmedida pasión por el séptimo arte. Además de protagonizar
una hermosa historia de amistad con el Bela Lugosi de Martin Landau.
Ese
mismo año, entabló amistad con una verdadera leyenda del cine aún
viva por entonces. Don Juan de Marco es una
olvidable película que le sirvió para coincidir con Marlon Brando.
Al fin Depp hacía valer su tremendo atractivo para hacer un personaje,
aunque su Don Juan (no podía ser de otra forma) estuviera bastante
próximo a la locura.
En
1995, un par de trabajos excelentes, muy distintos entre sí. Cine de
autor en ese peculiar western que dirigió Jim Jarmusch y que
responde al nombre de Dead Man. Otra vez en blanco
y negro, este magnético film se encuentra entre los mejores trabajos
del actor, que nos regala una maravillosa creación. Por otro lado,
participó en una pequeña obra de artesanía que funcionaba como un
reloj. Un thriller que transcurre (más o menos) en tiempo real, y
que resulta un más que digno entretenimiento. A la hora
señalada era su título en español.
Fue
entonces cuando quiso probar suerte en la dirección. The
Brave (1997) es una película en las que están sus
raíces indias, y en la que Brando le regaló su impagable presencia.
Un drama sobre las snuff-movies que si bien no era ni mucho menos un
film redondo, sí que mostraba un buen puñado de virtudes.
Antes
de que acabara el siglo continuó participando en proyectos
interesantes con directores de prestigio. Mike Newell le dio la
oportunidad de demostrar su talento en un rol muy alejado de lo que
habitualmente hacía. Donnie Brasco (1997) es
un sólido drama mafioso en el que Depp aguanta bastante bien el tipo
como policía infiltrado ante un grandioso Al Pacino (en uno de sus
mejores trabajos). Y bajo las órdenes de Terry Gilliam participó en
uno de los filmes más lisérgicos de la historia del cine. La
excesiva Miedo y asco
en Las Vegas (1998) nos mostraba a un Depp
despojado de su atractivo, pero que seguía derrochando talento.
Ya en
1999 volvió a colaborar con Tim Burton en la excelente Sleepy
Hollow, y Polanski lo reclutó para La novena
puerta. Desde luego, no es la mejor película del director
polaco, pero sin duda Depp no podía dejar pasar la oportunidad de
trabajar con uno de los grandes. Aunque de ese mismo año es La
cara del terror, el que parece primer trabajo puramente
alimenticio de su carrera (o quizás no quería desaprovechar la
ocasión de trabajar junto a Charlize Theron).
2003
sería el año que le cambiaría la vida, pero antes, cinco trabajos
irregulares, aunque siempre tratando de no perder ese halo de
prestigio. Bajo la batuta de Sally Potter en Vidas
furtivas (2000), su doble papel (como militar y como
travesti) en Antes que anochezca (2000), o su
reencuentro con Lasse Hallström en la
dulce Chocolat (2000). Blow y Desde
el infierno (ambas de 2001) fueron sus últimos trabajos
antes de encontrarse con Jack Sparrow.
Piratas
del Caribe. La maldición de la Perla Negra (2003) le
colocó definitivamente en el primer plano, ese del que siempre ha
querido huir. Un tremendo éxito en taquilla, su primera (¡!)
nominación al Oscar, y tres secuelas que han incrementado la fama y
fortuna de Depp. Parece que con los años se le ha curado esa alergia
a los focos, y ahí sigue, encantado de ponerse en la piel de Sparrow
una y otra vez. A partir de entonces su carrera ha estado
inevitablemente marcada por el pirata, y ha dejado de tener la
envidiable coherencia que mantuvo durante el quinquenio anterior. No
es extraño encontrar productos de poco interés, como La
ventana secreta (2004), The
Libertine (2004), The Tourist (2010)
o Los diarios del ron (2011). Amén de toda
la saga bucanera. Que sí, la primera tenía su (relativa) gracia. Y
la creación de Depp era excesiva y muy divertida. Una vez está bien,
pero luego ya cansa.
Unos
años en los que no ha dejado de trabajar con su alma gemela, Tim
Burton. Lo malo es que el director tampoco vive sus mejores momentos.
Y si bien La novia cadáver (2005) y Sweeny
Todd (2007) eran películas de gran calidad; Charlie
y la fábrica de chocolate (2005), Alicia en
el país de las maravillas (2010), o Sombras
tenebrosas (2012) son de lo más flojo que ha hecho la
pareja. Sí que nos ha sorprendido con su buen humor, apareciendo en
gamberradas como El mexicano (2003), o
haciendo cameos en filmes como Jack y su gemela (2011)
o Infiltrados en clase (2012) -película
basada en la serie que le dio la fama-.
Eso
sí, todavía hay pinceladas en las que nos deja apreciar su talento
con productos de calidad. En Descubriendo Nunca Jamás (2004) se
metía en la piel de J. M. Barrie, consiguiendo su segunda nominación
al Oscar. Terry Gilliam recurrió a él para que fuera uno de los
tres actores que sustituían al fallecido Heath Ledger en El
imaginario del Doctor Parnassus (2009). Mientras uno de los grandes
autores de estos años, Michael Mann, contaba con él para esa
magnífica película que es Enemigos públicos (2009).
La
película francesa Ils se marièrent et eurent beaucoup
d'enfants (2004) y la animada Rango (2011)
completan la filmografía de esta peculiar estrella. Un actor de
irresistible atractivo que nunca ha querido explotar esa imagen. Un
actor de enorme talento que ha regalado sus mejores momentos a su
amigo Tim Burton. Antaño, todo un rebelde sin causa. Ahora, ya
convertido en un respetable padre de familia, su carrera es mucho
menos arriesgada. Ya no hay tanto proyecto marciano en su agenda, y
la sensación que da es que quizás haya perdido la pasión por la
interpretación. Pero entre secuela y secuela de Piratas del
Caribe siempre habrá la posibilidad de que vuelva el Johnny
Depp de siempre, el que tanto nos gusta. El que nos conquistó
irremediablemente. Y no gracias a su belleza, que también. Sobre
todo, gracias a su afición por meterse en la piel de los más
freaks. Tipos inocentes, marginados, y raros. Que, sin duda, es lo
que nos gusta.
Manuel Barrero Iglesias
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