Cuando
escogí a Barry Sonnenfeld para escribir sobre él un artículo en
vez de tipos muchos más populares como Josh Brolin o, sobre todo,
Tommy Lee Jones; fue debido a que me parecía un tipo tan interesante
como ellos, solo que por motivos absolutamente opuestos. Mientras que
los nombrados anteriormente tienen en su filmografía títulos de
mucho nivel y han ido consolidando su carrera con el paso del tiempo,
el bueno de Barry decidió abandonar una exitosa carrera como
director de fotografía para convertirse en uno de los más
lamentables directores de cine de los últimos años.
En
sus inicios ejerció esta labor de las tres
primeras películas de los hermanos
Coen,
cosa seria. Sangre fácil, Arizona baby y Muerte
entre las flores no son ninguna tontería. Pero además tuvo
otras pequeñas joyas en su haber como Big, Cuando
Harry encontró a Sally o Misery. Vamos, que
era uno de los que prometían.
Se
ve que el tipo se creció y quiso ir por libre, encargarse de sus
propios proyectos y dejar su sello en productos de mayor nivel. Lo
cierto es que comenzó fuerte, ya que La familia Addams
puede que sea hasta ahora lo mejor de su filmografía, incluso
siendo una película simplemente correcta. El éxito en taquilla
le dio el espaldarazo y Sonnenfeld probó con una película de menor
tamaño donde poder seguir desarrollando un estilo narrativo propio.
Conserje a su medida fue su segundo proyecto como
director, una comedia mediocre y tontorrona que sólo generó
interés por tener al popular Michael J. Fox como protagonista.
Cuando
le ofrecieron dirigir la secuela de La familia Addams
no lo dudó y ojalá lo hubiese hecho; ya que no solo no tuvo ningún
éxito en taquilla, sino que el resultado artístico fue horrible.
Posteriormente
se embarcó en otro proyecto sin efectos especiales y con un gran
reparto. Cómo conquistar Hollywood tuvo críticas
relativamente positivas y hasta se permitió el lujo de presentarla
al Festival de Berlín, donde obviamente fue ignorada.
Para
su quinto proyecto como director acepto la petición de Spielberg de
dirigir la adaptación del Comic de Lowell Cunningham, Men in
Black, con la cual recobró su idilio con el gran público
a la vez que volvía a hacer una película considerada por lo menos
como decente por la crítica. También da la impresión de que este
exitazo le quitó de la cabeza la triste idea de triunfar como
verdadero director de cine y aceptó su papel como mero coordinador
de espectáculos de gran presupuesto y escasas pretensiones
narrativas.
El
estilo Sonnenfeld se vio sublimado en su siguiente proyecto. Wild
Wild West era ciencia ficción de chichinabo con efectos
especiales espectaculares y menos calidad cinematográfica que la
peor película de Uwe Boll, pero aun así el público volvía a
darle su apoyo y resultó otro éxito de taquilla. Estaba en la
cresta de la ola.
En
el año 2002 dirigió la secuela de Men in Black,
obteniendo su mayor éxito de taquilla hasta la fecha. Una
película abominable más y otro exitazo en taquilla, parecía
que nada le podía salir mal.
Pero
Sonnenfeld es un tipo al que le gusta sorprender y decidió volver a
jugársela. Para El gran lío volvió a contar
simplemente con un reparto repleto de caras conocidas, un guión
típico de comedia de enredo criminal y su habilidad como director.
La cosa fue mal otra vez y las críticas negativas se unieron esta
vez al desinterés del público. Quiero creer que esta vez
aprendió que a la gente le importa un pepino si la película la ha
dirigido el o un caniche, y que cuando dirige grandes proyectos la
gente acude a las salas de cine por inercia, pero que cuando se pone
en plan personal, a nadie le importa un bledo.
Tras
este fiasco estuvo vagando por la televisión en películas de medio
pelo masacradas por la crítica y pilotos que nunca vieron la luz,
salvo el de la serie Criando malvas, seriucha
con la que consiguió ganar un Emmy… ¡eso lo gana cualquiera!
Con sólo dos temporadas y 22 episodios, la serie fue cancelada.
Tras
unos cuantos años más sin molestar a nadie, Sonnenfeld vuelve para
ponerse tras la cámara en la tercera entrega de Men in
Black, de la cual me encantaría poder decir que es una
película espantosa, pero contra todo pronóstico, y aun siendo una
película profundamente mediocre y con el sello de su director, me
entretuvo bastante.
Por
lo tanto estamos ante un director ya especializado en cintas de
acción para todos los públicos, películas llenas de efectos
especiales que captan a su público con el tráiler y que lo pierde
en los primeros diez minutos de proyección. Un tipo al que no le veo
margen de mejora más allá de una retirada a tiempo y vuelta a la
dirección de fotografía para ser, otra vez, mero comparsa de
verdaderos talentos en esto del cine.
David Sancho
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