Titanic (USA, 1997).
Dirección y guión: James Cameron.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Billy Zane, Kathy Bates, Gloria Stuart.
Música original: James Horner.
Fotografía: Russell Carpenter.
Montaje: Conrad Buff IV, James Cameron, Richard A. Harris.
Idiomas: Inglés, francés, alemán, sueco, italiano, ruso.
Duración: 194 minutos.
The Heart of the Ocean
El 10 de abril de 1912, el Titanic partía de Southampton rumbo a Nueva
York. Cinco días más tarde se hundía tras colisionar con iceberg provocando la
muerte de más de 1500 personas. Justo cuando se cumple un siglo de este
acontecimiento se reestrena Titanic (1997), de James Cameron; la versión más exitosa -y probablemente definitiva- sobre un hundimiento
que previamente ya había dado lugar a otros filmes, tales como los
firmados por Jean Negulesco y Roy Ward Baker en los años cincuenta.
Para la ocasión, Cameron presenta una versión remasterizada
con el formato 3D aprovechando el éxito que cosechó con su
última película hasta la fecha, Avatar (2009). A juzgar por el resultado, se trata de una estrategia puramente
comercial, pues realmente no solo no aporta nada sino que incluso
empeora el aspecto visual de una película que, lógicamente, no estaba diseñada
para ser proyectada en tres dimensiones. Dejando al margen ese detalle, la espectacularidad de Titanic se mantiene intacta quince años después. Visualmente es portentosa gracias
a una fotografía estupenda y a una recreación asombrosa del barco, y de cada
uno de sus detalles.
Partiendo de la historia de amor juvenil entre dos pasajeros de diferente
clase, Cameron nos enseña al completo el trasatlántico por dentro, haciendo un
estudio muy somero de la época y los muy diferentes personajes que vivían en
ella. Y radiografía los sueños de pasión y juventud en el contexto de un lugar
idílico, el de un majestuoso barco tan presuntamente indestructible como los
protagonistas creen que es su amor. A pesar de que dicha historia es bastante
simplona y poco creíble, lo cierto es que la película se ve con interés y en
ningún momento se resiente de su larguísima duración. Es justo, pues, reconocer la labor de un James Cameron que se desenvuelve
maravillosamente en un terreno que, durante una parte importante del minutaje,
está alejado del género predominante en su filmografía.
Todo lo contrario ocurre cuando la película vira al género de acción,
momento en el que la calidad mengua considerablemente. La recreación del hundimiento es prodigiosa y está llena de emoción pero la trama principal sobrepasa los
límites de lo defendible, alcanzando unas cotas de inverosimilitud y ridículo
titánicas. Tampoco ayuda la sensiblería, el abuso del “My heart will go on” como leitmotiv y algún ralentí aislado. Con todo, el
momento más lamentable por su manipulación emocional está reservado para el
final: nada menos que un travelling recordatorio de todos los personajes que
conoció el personaje protagonista.
Cabe resaltar en defensa de la película, además de los aspectos técnicos y
el pulso narrativo, algunas escenas memorables, la transmisión de emociones y
la estupenda interpretación de una joven Kate Winslet que dota de matices
y personalidad al personaje de Rose (por cierto, personaje
desde cuyo punto de vista la película está narrada, no siempre de manera
correcta), reafirmando así una calidad interpretativa que ya había apuntado en
películas como Jude o Sentido y sensibilidad.
Jorge Marugán
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