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sábado, 14 de abril de 2012

Alps


Alpeis (Grecia, 2011).
Dirección: Giorgos Lanthimos.
Intérpretes: Aris Servetalis, Johnny Vekris, Ariane Labed, Aggeliki Papoulia, Stavros Psyllakis
Guión: Giorgos Lanthimos, Efthymis Filippou.
Fotografía: Christos Voudouris.
Montaje: Yorgos Mavropsaridis.
Idiomas: Griego, inglés.
Duración: 93 minutos.



La superioridad moral de las alturas

La mirada de Giorgos Lanthimos, director de la inquietante Canino, es una mirada al escorzo de la realidad; como sus planos, esos perfiles tirando a escorzos, enseñándonos ese perfil de lo que generalmente sólo vemos de frente.

Alpeis arranca con el ‘Carmina Burana’, una perfecta carta de presentación para lo que vamos a ver en la película: “En los Cármina burana se satirizaban y criticaban todas las clases de la sociedad en general, especialmente a las personas que ostentaban el poder en la corona y sobre todo en el clero”. ‘Carmina Burana’ en contraposición al pop; esa mirada amable, frontal y, porque no decirlo, muchas veces superficial, que nos muestra el cine mayoritario.

Los Alpes, esa importante cadena de montañas, coronada por el Mont Blanc, es el nombre de un grupo de personas con una actividad en común. Liderado por los hombres, ¿será porque son más fríos en la ejecución de su trabajo, será porque se implican menos emocionalmente? Los Alpes, la superioridad que da mirar desde las alturas, la superioridad moral de jugar con los sentimientos de las personas, de jugar a ser dioses: “En la mitología antigua de los germanos, Alp era un espíritu aéreo que moraba en la cumbre de las montañas más escarpadas bajando de vez en cuando a perturbar la tranquilidad de los habitantes de las poblaciones cercanas.”

O simplemente de jugar, jugar a interpretar: porque ese juego de adivinanzas (ojo, sólo valen famosos muertos) define perfectamente al grupo. Dioses que bajan con los mortales, a ayudarles parece, pero una ayuda que saca tanto a cambio como da y que realmente es casi una forma de vida. La pregunta para el espectador muchas veces es: ¿están trabajando o ésta es su vida? Si ellos son los dioses, sus clientes son los mortales, que son anulados a nivel fotografía tanto como para desenfocarlos, sacarlos de encuadre o cortarles directamente. Un director sin duda de foco fino, que te pone la mirada en un lugar poco común, no tan agradable como la portada de la realidad, pero no por eso menos presente.

El guión está estructurado para desvelar la información de fuera a dentro: primero desvela al grupo, luego desvela y se centra en el individuo, dando protagonismo a uno de los miembros de dicho grupo. En este entramado quizás las elipsis a veces no son claras. Podría ser un punto débil. Al igual que esa forma de decir el texto de los actores que es un recitado, medio justificable por el propio guión en algunos momentos, quizás, pero ocurría lo mismo en Canino. Es tal la sensación que no me queda claro si los actores son muy buenos (hay que serlo para interpretar que se interpreta) o es que este personalísimo director cojea en la dirección de actores.

Y nos podríamos hacer la misma pregunta que en Canino: ¿sólo es ficción? Pero no nos engañemos, está hablando de la realidad, aunque sea el escorzo de la realidad: Juro haberlos visto, aves de rapiña del sufrimiento ajeno, vampiros existenciales, juro haberlos visto sonreír ante el sufrimiento, llenándose de energía. Lo juro. Pero cuando he vuelto a mirar, ya no sonaba el ‘Carmina Burana’, lo que sonaba era una canción pop de radio fórmula, ya no estoy tan seguro de lo que he visto...

Javier Cano


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