Contraband
(USA-Reino
Unido-Francia, 2012).
Dirección:
Baltasar Kormákur.
Intérpretes:
Mark Wahlberg, Ben Foster, Kate Beckinsale, Giovanni Ribisi, Lukas
Haas.
Guión:
Aaron Guzikowski, sobre la película
Reykjavík-Rotterdam
(escrtita por Arnaldur Indriðason y Óskar Jónasson)
Música
original:
Clinton Shorter.
Fotografía:
Barry Ackroyd.
Montaje:
Elísabet
Ronaldsdóttir.
Idioma:
Inglés.
Duración:
109 minutos.
Contrabando
de ideas
Por
más esfuerzos que hago, no consigo encontrar nada original en esta
cinta de acción. Y no me refiero al hecho de que sea remake de una
película islandesa, motivo ya más que suficiente para descartar su
autenticidad. Si
la analizamos por sí misma
(no he tenido oportunidad de ver Reykjavík-Rotterdam),
veremos
un armazón utilizado infinidad de veces para dar cuerpo al thriller.
Contraband
entra en esa nueva moda hollywoodiense de buscar en el norte de
Europa directores que se encarguen del cine de acción. Y su
problema no es tanto volver otra vez sobre los mismo códigos, sino
que ese regreso sea una copia sin personalidad. Sirva como
ejemplo, la premisa: turbio pasado que vuelve a un personaje que ya
tiene su vida rehecha, y al que las circunstancias obligan. Pero
Kormákur no es Nicolas Winding Refn. Ni siquiera David Cronenberg. Y
la dicotomía entre presente y pasado queda en truco barato para
empatizar con el espectador.
Luego,
el film tiene todo un repertorio de lugares comunes. Golpes
maestros, familia del héroe en peligro, villano psicópata, falso
amigo más malvado aún... hasta un hispano histérico tiene cabida
en esta acumulación de tópicos.
Quedando
claro que estamos ante otro thriller más, podemos reconocer el buen
pulso del director; aunque sin llegar al nivel de otro nórdico
(Daniel Espinosa) que también ha debutado este año en Hollywood con
una de acción sin pretensiones (El invitado). La película
se viene definitivamente abajo con un desenlace entre lamentable y
ridículo; que busca con desesperación la situación límite
hasta el último segundo, forzando hasta el extremo los hechos y su
dramatismo. Y es que alguna que otra secuencia de acción bien rodada
es demasiado poco con lo que conformarse.
Manuel
Barrero Iglesias
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