Su
filmografía no llega a la decena de títulos. Y sin embargo, es un
mito cinematográfico. Y lo es, básicamente, por uno de esos
trabajos. Hace más de 30 años protagonizó Grease (1978),
y ahí quedó para siempre inmortalizada en el celuloide. Siempre
recordaremos su Sandy Olsen en una película-fenómeno que traspasa
-y lo seguirá haciendo- épocas. Tan kitsch y hortera, como
deliciosa. ¿Quién, con un mínimo de sentido del humor, es capaz de
resistir los encantos de un musical tan desenfadado?
Olivia
Newton-John es una actriz circunstancial. Ante todo, es cantante.
Así, gran parte de sus apariciones en la pantalla han sido en
musicales. Su debut se produjo en Funny Things Happen Down
Under (1965), con solo 17 años. En 1970 apareció en
Toomorrow, película a la que daba nombre un grupo en
el que fue seleccionada para formar parte. Durante los siguientes
ocho años, Olivia se centró en su carrera como cantante, editándose
en ese intervalo más de una decena de álbumes en solitario. Es
decir, un brutal ritmo de disco por año (a veces, dos). Incluso
participó en el Festival de Eurovisión en 1974 representando
a Reino Unido. 'Long Live Love' quedó en cuarta posición de una
edición ganada por ABBA.
A
finales de los 70 llegó el arrollador éxito de Grease, al
que sucedieron dos rotundos fracasos cinematográficos a principios
de los 80. Peculiar es el caso de
Xanadú (1980), un film delirante. Una locura que
reunía a la rubia estrella emergente con una vieja gloria del
calibre de Gene Kelly. Sus pretensiones y su extraño resultado
precipitaron la caída con estrépito de esta obra, que hoy en día
unos cuantos consideran 'de culto'. Eso sí, musicalmente es
irreprochable, y su tema principal es de una belleza embelesadora.
Después
de aquello, un último intento de recuperar el gancho comercial. Para
ello, nueva reunión con Travolta en el primer film no musical de
Olivia. Tal para cual (1983), una muy ochentera
comedia, que no dio los resultados esperados. Nuestra protagonista
tardó trece años en volver a la gran pantalla. Su ritmo musical
también decayó bastante, publicando cada tres-cuatro años. Ya
fuera por la maternidad, por su dedicación a las causas
humanitarias, o por el diagnóstico de un cáncer en 1992; su carrera
artística se vio considerablemente reducida.
Alguna
participación televisiva a principio de los 90 precede a su vuelta
que se produce en el drama Fiesta de despedida (1996),
sobre un enfermo de SIDA. Sus últimos trabajos son ya en el nuevo
siglo, y más cercanos a la comedia. Sordid Lives (2000),
Score: A Hockey Musical (2010) y Una boda de muerte (2011). En esta última, incluso se intenta desmelenar
con un papel bastante excesivo. Es en el terreno musical donde ha
regresado a la productividad de antaño, volviendo al ritmo de álbum
por año (o casi).
Pero
para los cinéfilos -y para el mundo- Olivia Newton-John es, y
siempre será, Sandy Olsen. Cómo no recordar temas como
'Summer Nights', en los que su voz sobresale sobre todas las
demás con una fuerza irresistible. Ella conseguía que una balada
destinada a ser insufrible ('Hopelessly Devoted to you'), se
nos hiciera hasta agradable. Y qué decir de esa transformación, y
su mítico final vestida de negro. Poco nos importa que rodara con
29 años un papel de una chica de instituto. Imposible imaginar otra
Sandy que consiguiera transmitir tanta inocencia.
El
cine ha tenido la suerte de oírla cantar en varias ocasiones. Y muy
agradecidos que estamos. Una voz que te atrapa, y no deja que te
vayas. Te conquista con una exquisita combinación de potencia y
candor. Una auténtica delicia a la que da gusto ver y escuchar.
Manuel
Barrero Iglesias
Olivia ha sido una cantante- actriz desaprovechada, pero como otras como Diana Ross o Whitney Houston.
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