The
Descendants (USA, 2011).
Dirección:
Alexander Payne.
Intérpretes:
George Clooney, Shailene Woodley, Amara Miller, Nick Krause, Patricia
Hastie, Robert Forster.
Guión:
Alexander Payne, Nat Faxon, Jim Rash.
Música
original: Joan Valent.
Fotografía:
Phedon Papamichael.
Montaje:
Kevin Tent.
Idioma:
Inglés.
Duración:
98 minutos.
Tragicomedia familiar
Alexander
Payne es uno de esos que tienen el privilegio de ser niño mimado por
partida doble. Tanto 'mamá indie' como 'papá Hollywwod' adoran a su
pequeño. Un ejemplo a seguir al que colman de premios y
nominaciones. Todos se siente orgullosos de él.
Con
tan solo cinco largometrajes en su haber, ya puede presumir de
discurso propio. Su habilidad para la tragedicomedia como análisis
de la naturaleza humana es digna de admiración. Y perfectamente
equilibrada. Pienso en algunos compañeros generacionales que se
ocupan de temas similares, como Todd Solondz o Wes Anderson, y veo
(no tiene por qué ser malo) exceso. De surrealismo, o de pesimismo.
Payne huye de los extremos, encontrando un muy delicado equilibrio
entre lo contenido, lo ácido y lo amable.
Los
descendientes se vertebra a través de todo un clásico en las
relaciones familiares: la tragedia como motor de cambio y de unión.
El coma de la madre consigue que las relaciones entre el resto de
miembros se estrechen mucho más en unos meses, que durante todos los
años anteriores. Por cierto, el director ya muestra su delicadeza en
esa primera secuencia (más elipsis) sobre el accidente.
Humanidad.
Esa es la gran virtud sobre la que se construyen los personajes de
Payne. No iba a ser menos en este trabajo. Es curioso cómo consigue
que empaticemos con ellos a través de sus defectos, totalmente
reconocibles. El egoísmo no deja de estar presente en el
comportamiento de cada uno de los individuos. Pero es un egoísmo
natural, y muy humano. El autor nunca sobredimensiona, ni lo bueno ni
lo malo. Una de las razones por la que sus guiones son tan buenos, es
esa sutileza que evita el subrayado a toda costa.
Otra
de sus muchas virtudes es la dirección de actores. Un impecable
George Clooney se complementa a la perfección con su personaje.
Vamos, al nivel que nos tiene acostumbrados últimamente el actor.
Pero lo mismo podemos decir del joven trío que acompaña al
protagonista en este doloroso periplo. El cuidado que pone Payne se
nota hasta en los papeles más pequeños. Destacar a un magnífico
Robert Forster como suegro con carácter; y al matrimonio que forman
un maduro Matthew Lillard (qué lejos quedan los tiempos de Scream) y
la televisiva Judy Geer (cuyas breves intervenciones resultan
arrebatadoras).
Los
descendientes es tierna, pero también incisiva. Otra magnífica
pieza que su director elabora sobre las pequeñas miserias del ser
humano. Aunque baje un poco el nivel respecto a la excelente Entre
copas, estamos ante un filme mucha altura. En su vuelta al terreno de
las relaciones familiares, tema ya tratado en A propósito de
Schmidt, me gustaría destacar el tratamiento que le da a la
infidelidad, en lo que posiblemente sea su mayor hallazgo. Y es que
no es nada fácil ser sutil y contundente a la vez.
Manuel
Barrero Iglesias
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