Dirección:
Jean-Jacques Annaud.
Intérpretes:
Tahar Rahim, Antonio Banderas, Mark Strong, Freida
Pinto,
Liya Kebede.
Guión:
Menno Meyjes.
Música
original: James Horner.
Fotografía:
Jean-Marie Drejou.
Montaje:
Hervé Schneid.
Idioma:
Inglés.
Duración:
130 minutos.
En
tierra de nadie
No
hay que indagar mucho en nuestra memoria para recordar un buen puñado
de épicas producciones ambientadas en Estados Unidos, y cuyo marco
sea la fiebre inicial por el llamado oro negro. Más complicado es
encontrar algún film de esas características en Arabia, y cómo
llegó allí la explotación petrolífera. Gracias al empeño del
productor Tarak Ben Ammar, la novela 'Al sur del corazón' (Hans
Ruesch, 1957) ha sido llevada a la gran pantalla, en un proyecto que
perseguía desde hace más de treinta años.
El
francés Jean Jacques Annaud (conocido por trabajos pretéritos como
El nombre de la rosa o El oso), ha sido el encargado de
dirigir una de esas coproducciones europeas que andan entre el
blockbuster y la miniserie. También anda Qatar
detrás del proyecto, y precisamente son algunos de los paisajes
asiáticos uno de los principales atractivos de Oro negro.
El
otro, la plausible ausencia de villanos (quitando la puntual
presencia de alguno circunstancial). Pero si pensamos en los dos
enemigos enfrentados, la tentación de demonizar era difícil de
sortear. En su lugar, el retrato
es el de dos hombres erráticos pero que no se mueven por eso tan
cinematográfico que es la 'maldad'. Y aunque no
compartamos sus postulados, podemos entender sus razones. Lástima
que la desmedida interpretación de Antonio Banderas reste solidez a
Nesib.
Ni
siquiera los americanos que llegan para explotar la tierra árabe son
presentados con las típicas caricaturas de malvados. Al contrario,
su influencia es sutil y poco presencial. Queda claro que ellos son
el elemento que despiertan las viejas rencillas entre las distintas
tribus de la zona. Existe la crítica a la intrusión occidental,
aunque sin que toda la culpa caiga sobre los estadounidenses.
Estos
matices sociales y religiosos, que son los que salvan a la película
de la debacle, resultan insuficientes. Oro negro se
queda en el terreno más superficial, con una sucesión de elementos
épicos sin mucho orden ni concierto. Romance apasionado, un
líder inesperado, traiciones familiares, nobleza, grandes
contiendas...poco se dejan en el tintero
Y
ahí es donde más falla el director, en unos elementos que pretenden
espectáculo, pero que despiertan más bien aburrimiento. Y ahí está
el film, a mitad de camino entre las pretensiones artísticas y la
búsqueda del público. Entre la construcción de personajes con
fuerza y el tópico gastado. Eso sí, en ocasiones, se agradece
ese toque tan naïf. Casi tanto como otras veces desespera.
Manuel
Barrero Iglesias
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