Dirección: Álex de la Iglesia.
Intérpretes: José Mota, Salma Hayek, Juan Luis Galiardo, Blanca Portillo, Fernando Tejero, Manuel Tallafé, Antomio Garrido, Juanjo Puigcorbé, Carolina Bang.
Guión: Randy Feldman.
Música original: Joan Valent.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Montaje: Pablo Blanco.
Idioma: Español.
Duración: 98 minutos.
La hora de José Mota
El primer gran riesgo que toma Álex de la Iglesia en este film es la elección de José Mota como protagonista. Un cómico transformista que se enfrentaba a su primer protagonista en cine. Y, además, con un personaje muy alejado de lo que ha venido haciendo durante toda su carrera. Su compañero de reparto Juan Luis Galiardo, lo comparaba con Jack Lemmon. Obviamente, el bueno de Mota no llega esos niveles, ni de lejos. Pero sí podemos decir que pasa el examen con bastante soltura.
En esta comedia negra (que de comedia tiene poco), el actor es capaz de encontrar el equilibrio perfecto, y aguanta con estoicismo la inmovilidad que se ve obligado a soportar. En él recae casi todo el peso del film, siendo a la vez, víctima y autoverdugo en una situación al límite.
Y sí, La chispa de la vida nos habla sobre la actual situación socioeconómica que vive el mundo occidental. Hay críticas para repartir. Políticos, medios de comunicación (con quienes de la Iglesia ya se cebó en El día de la Bestia), empresarios...y hasta con cada uno de nosotros, reflejados en ese publicista en paro. El director imprime ese poso amargo tan característico, presente en filmes como Muertos de risa o Crimen ferpecto. Una visión bastante pesimista del mundo, por mucho que deje algún resquicio para la esperanza.
Incluso siendo una película bastante contenida, el director no puede evitar los excesos a los que nos tiene acostumbrados, para bien y para mal. Alguna secuencia de muchedumbre, un edificio enorme, alguien que en algún momento queda suspendido en el aire...lo malo es que lo excesivo también se traduce en una terrible falta de sutileza a la hora de concretar el mensaje que quiere transmitir.
Todo es demasiado explícito y grosero. De una evidencia casi dolorosa. Y así, a la película se le va la fuerza por la boca. Volviendo al principio, es José Mota a través de su personaje el que hace que La chispa de la vida consiga sus mejores momentos. Curiosamente, en un trabajo que tiende al exceso sin mesura (y que no es tan oportuno como lo era en Balada triste de trompeta); destaca la contención de un actor al que siempre hemos visto sobrecargado.
Manuel Barrero Iglesias
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