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sábado, 28 de enero de 2012

J. Edgar

5/10
J. Edgar (USA, 2011).
Dirección y música original: Clint Eastwood.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Armie Hammer, Naomi Watts, Judi Dench, de Westwick.
Guión: Dustin lance Black.
Fotografía: Tom Stern.
Montaje: Joel Cox, Gary Roach.
Idioma: Inglés.
Duración: 137 minutos.




'Mariconadas', las justas

En 2008 Clint Eastwood filmó una obra que tenía mucho de testamento cinematográfico. La magnífica Gran Torino, más que crepuscular era casi 'obituaria'. Un film que, perfectamente, podría haber sido un precioso broche final a una carrera heterodoxa y que ha ido ganando prestigio con los años. Pero a sus más de ochenta años, Eastwood sigue sin poder estar quieto, dirigiendo al vertiginoso ritmo de película por año.

Tras aquella genial autoparodia, el director se ha embarcado en proyectos de un interés limitado. Aún siendo más que correcta, Invictus (2009) era una película demasiado convencional. Mientras la más arriesgada Más allá de la vida (2010) resultaba una obra claramente fallida. Ahora se mete en el drama político, con este trabajo sobre la figura de John Edgar Hoover, director del FBI durante casi 50 años.

La estructura del film no difiere demasiado de la de otro biopic ahora en pantalla, el de Margaret Thatcher. Ambos tienen como hilo conductor al personaje en su senectud. Pero mientras La dama de hierro usa la vejez y la enfermedad para manipular sentimentalmente, J. Edgar se centra mucho más en el recorrido vital. Y, ni que decir tiene, Eastwood no es Phyllida Lloyd; lo que supone que podamos ver una retrato lleno de matices y contradicciones. Al menos, no estamos ante una distorsión rosácea de la realidad.

El director nunca deja de ser sutil, pero se topa con el gran problema que tienen la inmensa mayoría de biopics. ¿Cómo evitar que el film no sea una sucesión de momentos puntuales en la vida del sujeto en cuestión? La vertiente política se convierte en una superficial maratón que quiere dejar pocos asuntos fuera, pero que no profundiza en nada.

Así, Eastwood juega la baza del retrato personal. Ahí sí podemos encontrar un discurso continuo y coherente. Los mejores momentos del film llegan con los contrastes de la personalidad de Hoover. Aunque es el tratamiento del asunto más controvertido sobre su figura lo que hace que esta obra se tambalee demasiado. Nos referimos a la dudad sobre la orientación sexual de este hombre pétreo.

El asunto comienza casi como en una película del Hollywood clásico, haciendo que la homosexualidad solo sea algo intuido. Poco a poco, se va haciendo cada vez más explícito. Un recurso muy adecuado, ya que la evidencia va creciendo en función de la consciencia que el personaje va tomando sobre su propia condición. Hasta que le explota en las manos.

Es entonces cuando Eastwood no da el paso al frente, y se arriesga lo mínimo. La secuencia estrella se despacha de la forma más casta posible. Mientras, los años posteriores se justifican con el 'consejo' que le da su madre. Puede que a alguien le parezca que todo está contado con sensible elegancia. Pero también es cierto que, a la hora de la verdad, el director recurre a la mojigatería más pueril. Una indefinición que impide que la película levante el vuelo de manera definitiva.

Y hablando de altos vuelos, Leonardo DiCaprio vuelve a demostrar lo magnífico actor que es. Aunque su omnipresencia anula al resto de personajes, que no pasan de ser meras comparsas. Al final, entre tanta carencia, J. Edgar a duras penas consigue mantener el tipo gracias a la solvencia y sensibilidad de Eastwood como director.


Manuel Barrero Iglesias


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