Dirección: Mercedes Álvarez.
Guión: Mercedes Álvarez, Arturo Redin.
Música original: Sergio Moure.
Fotografía: Alberto Rodríguez.
Montaje: Núria Esquerra, Pablo Gil Retuerto.
Idiomas: Español, catalán, inglés.
Duración: 110 minutos.
Mercados y contrastes
Hay dos vidas paralelas en Mercado de futuros. Por un lado, la de los objetos materiales que caen en el olvido. Por otro, los objetos inmateriales que construyen muchos de los sueños actuales. Ambas vidas son producto de una sociedad consumista en grado extremo. Cosas tangibles que caducan a velocidad de vértigo. Riquezas intangibles que aparecen y desaparecen como por arte de magia.
El paso del tiempo es algo que ya interesó a la directora en su anterior largometraje, El cielo gira. Aquella película era toda una nostálgica declaración de amor. Un poco como las que podemos ver al principio y al final de Mercado de futuros. Y ahí es clave la aparición de Jesús, ese vendedor de rastro al que le cuesta un mundo deshacerse de lo que tiene en venta.
Su intervención estelar pone el contrapunto cómico a una película bastante deprimente. Por cierto, admirable la forma que tiene la directora de filmar a aquellos que están haciendo su trabajo. La cámara se mantiene a una prudencial distancia para tratar de interferir lo menos posible, pero nunca esconde su presencia. Esas miradas furtivas de los protagonistas dejan claro que el objetivo está presente, pero aún otorga más verdad a esos momentos en los que se abstraen de la intrusión externa.
Una intrusión en la que Álvarez no se sintió nada cómoda. A diferencia de su anterior film, en esta ocasión ha tenido que adentrarse en territorios hostiles y desconocidos. Ferias inmobiliarias, sociedades de inversión, congresos sobre liderazgo…lugares que simbolizan un mundo irreal que se sustenta en una muy real codicia. La perplejidad nos invade al contemplar el demencial sinsentido de qué es lo que controla la economía mundial.
Es curioso, porque el proyecto se idea en el 2007, pretendiendo ser un retrato sobre el mercado de la vivienda en España, y su influencia en la transformación del espacio. Con la llegada de la crisis, la película toma una nueva dimensión, mucho mayor, y nos habla con nitidez sobre determinados aspectos de la situación actual.
Así es Mercado de futuros, un apasionante trabajo repleto de significado y de contrastes. La autora es capaz de realizar un trabajo poético y evocador desde la más absoluta sencillez. Una virtud que no la abandona jamás. Por fortuna, la pedantería no tiene lugar en su cine. Contraste y poesía hasta en una muñeca barbie. Juguete abandonado en la estantería de una recóndita tiendecita de un señor amigo de Diógenes, o símbolo ejemplificador de las variables del mercado.
Y así, con muy poco, este trabajo encierra muchísimo de valor en su interior.
Manuel Barrero Iglesias
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