Dirección y guión: Rafel Gordon.
Intérpretes: María José Sarrate, Teresa Soria Ruano, Arantxa Martínez, Violeta Brazhnikova.
Música original: David Iturregui.
Fotografía: Juan Masides.
Montaje: Julia Juaniz.
Idioma: Español.
Duración: 90 minutos.
Valiente ejercicio
Estamos ante una de las propuestas más insólitas del cine español este año. No apta para todos los públicos, puro 'arte y ensayo'. Un cine que no quiere saber nada de modas, ni de narrativas convencionales. Ni siquiera de moderneces pseudorompedoras. Estamos ante un cine en libertad. Esa que solo coarta (a la vez que agudiza) la escasez de medio. Y esa que sale directamente de la necesidad de contar lo que a uno realmente le apetece, sin buscar éxito o dinero.
En ese sentido, estamos ante un trabajo admirable. Nadie le puede discutir a Rafael Gordon la búsqueda de un discurso propio, y en el sano libertinaje creativo que domina su obra. Lo que sí podríamos discutir largo y tendido es el resultado final de la obra. Creo que resulta fallida por el empeño de recrearse en su erudición. Los diálogos que declaman las actrices tienen demasiados momentos que se mueven entre lo pedante y lo ridículo.
Y no porque la puesta en escena o las interpretaciones sean teatrales en exceso, que lo son. Ahí no radica el problema. Como tampoco lo es el extraño surrealismo que impregna toda la película. O las presencias de unos personajes masculinos entre inertes y misteriosos. Todo ello hace de Bellos suicidios una película desconcertante que ejerce una extraña fascinación en el espectador.
Un film que supone una pesimista mirada sobre la sociedad actual, de como el hedonismo extremo construye personalidades enfermas. La época del individualismo exacerbado crea seres infelices y vacíos. Y a pesar de lo interesante del trasfondo, el discurso se pierde en unos diálogos discursivos hasta ser cargantes.
Una propuesta con la que es difícil conectar, pero que se agradece infinitamente. Gordon, a diferencia de otros, no busca el afán de notoriedad con su cine radical. Su búsqueda tiene el encanto de ser pura, de tirarse sin red con todas las consecuencias. Podrá gustar más o menos, pero los irreductibles siempre me han parecido dignos de aplauso.
Manuel Barrero Iglesias
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