Dirección y guión: Jean Pierre Dardenne, Luc Dardenne.
Intérpretes: Thomas Doret, Cécile De France, Jérémie Renier, Egon Di Mateo, Fabrizio Rongione.
Música original: David Mansfield.
Fotografía: Alain Marcoen.
Montaje: Alejandro Ripstein.
Idioma: Francés.
Duración: 87 minutos.
Niño sin rumbo
El cine de los hermanos Dardenne siempre se ha interesado por las dificultades de la juventud. Sus protagonistas se mueven en la franja entre diez y veinte años. Y sus circunstancias casi nunca son fáciles. No son los niños acomodados los que suelen interesar a los directores belgas. Por el contrario, su cine suele plantear una ejemplar lucha entre la inocencia del adolescente y la podredumbre del mundo que les rodea.
El niño de la bicicleta quizás sea uno de los mejores retratos hechos sobre la infancia en riesgo que uno recuerde. Para empezar, porque los autores se alejan del proceso empático que se suele buscar con los niños en dificultades, para hacer más real a su personaje. Cyril es odioso, al menos de entrada. Con lo fácil que es hacer un film cuyo protagonista infantil provoque lástima y simpatía, los Dardenne optan por el camino difícil.
Un matiz de vital importancia que dota a Cyril de una enorme verdad. Si cabe, el discurso de los directores cobra aún más fuerza. Y es que detrás de un niño problemático siempre hay unos adultos (ir)responsables. Pero tampoco se mete en juicios apresurados y demagogos. En este sentido, es muy significativo el personaje interpretado por Jérémie Renier. La mirada Dardenne toma la distancia justa, evitando en lo posible la manipulación torticera.
La aceptación de la vida adulta llega por obligación, a base de golpes y más golpes. Sin embargo, ese viaje hacia la madurez (siempre complicado) es algo más esperanzador de lo que suelen serlos en sus películas. Un pequeño gran espacio para el optimismo, pero siempre sin perder la perspectiva. En definitiva, una magnífica película, a la que se le perdona algún pequeño desliz que otro. Un film emocionante como la vida misma. Un trocito de verdad que los hermanos Dardenne nos vuelven a regalar.
Niño sin rumbo
El cine de los hermanos Dardenne siempre se ha interesado por las dificultades de la juventud. Sus protagonistas se mueven en la franja entre diez y veinte años. Y sus circunstancias casi nunca son fáciles. No son los niños acomodados los que suelen interesar a los directores belgas. Por el contrario, su cine suele plantear una ejemplar lucha entre la inocencia del adolescente y la podredumbre del mundo que les rodea.
El niño de la bicicleta quizás sea uno de los mejores retratos hechos sobre la infancia en riesgo que uno recuerde. Para empezar, porque los autores se alejan del proceso empático que se suele buscar con los niños en dificultades, para hacer más real a su personaje. Cyril es odioso, al menos de entrada. Con lo fácil que es hacer un film cuyo protagonista infantil provoque lástima y simpatía, los Dardenne optan por el camino difícil.
Un matiz de vital importancia que dota a Cyril de una enorme verdad. Si cabe, el discurso de los directores cobra aún más fuerza. Y es que detrás de un niño problemático siempre hay unos adultos (ir)responsables. Pero tampoco se mete en juicios apresurados y demagogos. En este sentido, es muy significativo el personaje interpretado por Jérémie Renier. La mirada Dardenne toma la distancia justa, evitando en lo posible la manipulación torticera.
Ni que decir tiene que el sentimentalismo barato no tiene cabida en El niño de la bicicleta. Nunca lo ha tenido en el cine de estos estandartes del cine social. Por el contrario, ellos se preocupan por llegar lo más al fondo posible de las emociones de sus personajes. Y lo hacen desterrando lo superfluo en cada viaje que emprenden.
Su habitual estilo seco y despojado de florituras es ideal para retratar la tensión interna de un protagonista desconcertado. ¿Cómo asimila un preadolescente que su padre ya no quiera saber nada de él? ¿Qué siente alguien con esa edad cuando tiene que vivir en un centro de acogida? Entonces entendemos la lógica de la violencia interna de Cyril, y de su comportamiento desesperante. Y sin embargo, siempre hay un trasfondo de inocencia y de búsqueda de amor y protección en todas las actitudes del personaje.La aceptación de la vida adulta llega por obligación, a base de golpes y más golpes. Sin embargo, ese viaje hacia la madurez (siempre complicado) es algo más esperanzador de lo que suelen serlos en sus películas. Un pequeño gran espacio para el optimismo, pero siempre sin perder la perspectiva. En definitiva, una magnífica película, a la que se le perdona algún pequeño desliz que otro. Un film emocionante como la vida misma. Un trocito de verdad que los hermanos Dardenne nos vuelven a regalar.
Manuel Barrero Iglesias
O también la llamada "El niño que corre" :-)
ResponderEliminarPara mí un ejemplo de porqué el cine se denomina séptimo arte.