Casi de tapadillo se estrena la película que destacamos esta semana. Mercado de futuros, es el segundo largometraje de Mercedes Álvarez (El cielo gira). Un interesante film sobre mercados, sobre el futuro y el pasado. Y otro documental español que se estrena es La puerta de no retorno, en el que Santiago A. Zannou (El truco del manco) acompaña a su padre en su retorno a Benín cuarenta años después de partir.
Otro de los grandes estrenos es el de Un método peligroso, en la que David Cronenberg retrata un apasionante triángulo formado por Sabina Spielrein (Keira Knigthley), Carl Gustav Jung (Michael Fassbender) y Sigmund Freud (Viggo Mortensen). Un estreno que llega dispuesto a reventar taquillas es El gato con botas, spin off sobre el personaje al que daba vida Banderas en la saga Shrek.
La argentina El gato desaparecenos trae un pequeño cambio de registro en el director Carlos Sorín (Historias mínimas), que se atreve con el thriller, aunque siempre a su manera.
Ganadora de varios premios en el Festival de Sevilla, se estrena Si no nosotros, ¿quién?. Una especie de Soñadores a la alemana. También del país teutón procede la comedia romántica Todo un hombre.
Completan la lista de estrenos la rumana La chica más feliz del mundo, y la francesa Premonición.
6/10 A Dangerous Method (Francia-Alemania-Polonia, 2011).
Dirección: David Cronenberg.
Intérpretes: Keira Knightley, Michael Fassbender, Viggo Mortensen, Vincent Cassel, Sarah Gadon.
Guión: Christopher Hampton.
Música original: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Montaje: Ronald Sanders.
Idioma: Inglés.
Duración: 99 minutos.
Los orígenes del psicoanálisis
No es de extrañar que David Cronenberg haya unido su nombre al de Sigmund Freud. Al director canadiense siempre le han interesado los recovecos de la mente humana, especialmente los sexuales. Pero no se lleven a engaño. No estamos ante un biopic sobre el padre del psicoanálisis, que es más bien una pieza adyacente en esta obra. Carl Gustav Jung, otra importante figura en los inicios del mundo psicoanalítico, es uno de los protagonistas del film. Recordemos que ambos mantuvieron una estrecha relación que luego se convirtió en distanciamiento.
Pero, sin duda alguna, es la mucho más desconocida Sabine Spielrein el verdadero motor de la obra. La rusa fue otra personalidad clave en aquella disciplina que daba sus primeros pasos a principios del siglo pasado. Pero como tantas otras veces, el trabajo femenino quedó casi en el ostracismo. Un método peligroso pretende rescatar del olvido a una apasionante mujer. Alguien que vivió el psicoanálisis desde ambos lados. Primero como desquiciada paciente, y más tarde como clarividente doctora.
Un personaje extremo sobre el que gira todo el entramado de la película. La responsabilidad de darle vida ha recaído sobre los frágiles hombros de Keira Knightley. Discutible decisión de irregular resultado. La chica se esfuerza. Y mucho. Se entrega en cuerpo y alma a su Sabine, pero no es suficiente. Las limitaciones y los tics salen a relucir, y más en un trabajo que se encuentra tan al límite.
Da la impresión de ser más una concesión al gran público que una apuesta artística. Como el hecho de estrenarse en inglés (por no hablar del doblaje al español), cuando todo lo que no sea hablar alemán resta credibilidad a este histórico triángulo. Ya sé que es una regla que se acepta en las adaptaciones sobre hechos reales realizadas por angloparlantes. Pero no me convence el uso del inglés como idioma universal. De entrada, ya me suena a falso.
Concesiones casi obligadas aparte, Cronenberg da un paso más en las estilización de su estilo. El salvajismo explícito que dominó sus obras durante mucho tiempo, ha ido dando paso a uno mucho más soterrado. Aunque igualmente turbador. Nos referimos a Una historia de violencia y Promesas del Este, inquietantes tratados sobre la condición humana.
Un método peligroso sigue esa senda. Es en los diálogos y lo que subyace detrás de ellos, donde el director consigue transmitir toda la tensión de los personajes y sus comportamientos. La relación entre sexo, violencia y psicología se establece de forma sutil y elegante, pero sin olvidar ese lado oscuro siempre latente. Eso sí, a veces falta algo más de atrevimiento en determinadas secuencias excesivamente amaneradas.
Un film que escapa del tradicional biopic para entretejer una apasionante relación a tres bandas que reflexiona sobre la condición humana y sus instintos más primarios. Y una nueva muestra del inmenso talento de Michael Fassbender, un actor tan imponente como versátil.
El pasado 26 de noviembre finalizó la 49 Edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, uno de los más interesantes de cuantos componen el circuito español. El jurado compuesto por Eduardo Chapero-Jackson, Alberto Fuguet, Fernando Lara, Lola Mayo y Mira Staleva ha decidido que las triunfadoras fueran la francesa Declaración de guerra y la argentina El estudiante.
Intérpretes: Beatriz Spelzini, Luis Luque, Norma Argentina, María Abadi, Hugo Pisa.
Música original: Nicolás Sorín.
Fotografía: Julián Apezteguia.
Montaje: Mohamed Rajid.
Idioma: Español.
Duración: 90 minutos.
Thriller mínimo
El cambio de registro que se anuncia en Carlos Sorín lo es, pero no tanto. Más rupturista con lo anterior se presentaba La ventana. Tras varias películas de largos viajes protagonizados por gente de bajo nivel socioeconómico, el director se encerraba en una casa para retratar los problemas de la clase acomodada.
Con El gato desaparece, Sorín sigue la senda del film que la precede. Burgueses encerrados entre cuatro paredes. Aunque en esta ocasión, el director parece que opta más por un divertimento que por la solemnidad crepuscular. Hay quien ve aquí ecos de Hitchcock o Polanski, comparaciones evidente para esta mini-intriga psicológica.
Sí, el principal inconveniente que tiene el film es su naturaleza de cortometraje. Como mucho, mediometraje. Lástima que las razones comerciales impongan sus duraciones, pero se intuye que El gato desaparece funcionaría mucho mejor con menos paja. Y es que las secuencias de terceros visitando al profesor, o las de su mujer en el exterior, no aportan prácticamente nada al conjunto.
Sin embargo, Sorín sí que consigue ir creando la tensión adecuada con muy pocos elementos. Todo el tiempo juega con la intranquilidad que sufre el personaje que interpreta magistralmente Beatriz Spelzini, y con la desaparición de un gato. Es todo lo que le hace falta al autor para mantener un alto nivel de tensión contenida.
Y si excelente es el trabajo de Spelzini, el de Luis Luque es toda una lección interpretativa. Es capaz de relejar en todo su esplendor la ambigüedad de un personaje que no sabemos por dónde va a salir. Y, de fondo, cuestiones como la confianza en la pareja. Y el miedo, tanto más aterrador, cuanto más conocido es el sujeto que lo provoca.
Al final, estamos ante un curioso ejercicio de estilo. Una película que se agota en sí misma, y que no llega a la altura de sus referentes. Pero que nos muestra la maestría de Sorín, también en el thriller. A pesar de su discutible final.
Intérpretes: August Diehl, Lena Lauzemis , Alexander Fehling, Thomas Thieme, Imogen Kogge.
Música original: Annette Focks.
Fotografía: Judith Kaufmann.
Montaje: Hansjörg Weißbrich.
Idioma: Alemán.
Duración: 124 minutos.
Pretérito imperfecto
Hay mucho de Soñadores (Bernardo Bertolucci, 2003) dentro de este film alemán. Incluido un inicio con triángulo amoroso. Son los años 60, y afloran ansias de libertad y de romper con el pasado. Tanto el cine como la literatura nos han enseñado, para los que no vivimos esos tiempos; la explosión sexual, cultural y revolucionaria que vivó buena parte de aquella juventud en los países más prósperos y modernizados. A veces, una impostura. Otras, una verdadera conciencia. Pero siempre, una época apasionante.
Veiel deshecha pronto el trío sentimental, y se centra en el crecimiento de sus dos protagonistas, paralelo al movimiento general que se produce dentro de la nación. Con una estructura basada en la elipsis, el director nos va contando momentos clave en esta historia individual y colectiva.
Momentos que nos muestran el proceso de maduración (o no) de dos personajes que tienen que afrontar las convulsiones sentimentales y políticas que se les vienen encima. Con mucha habilidad, el autor nos va llevando hasta el momento clave del film, que es el nacimiento del grupo terrorista RAF (Fracción del Ejército Rojo). Con toda la sutileza del mundo, nos narra cómo surge un grupo terrorista, contextualizando su nacimiento. Ahí está uno de los mayores logros de Si no nosotros, ¿quién?.
Pero hay alguno más. Y es la constante dialéctica entre pasado y futuro, representada en el personaje de Bernward Vesper. Un intelectual revolucionario hijo de un nazi. Así se imagina uno la Alemania de la época, hija del período más vergonzante del país, pero luchando por cortar vínculos tan recientes. Y, a la vez, resistiendo creer que aquello pudiera suceder de verdad. Una constante tensión interna que August Diehl interioriza a la perfección, y que resultará clave a la hora de elegir qué camino tomar.
Ese par de detalles hacen que el film tenga un interés que pierde en una narrativa fría y convencional. El desarrollo argumental de los vaivenes amorosos y alguna que otra cuestión, es excesivamente pulcro, de un clasicismo apagado. La película entonces se vuelve monótona y poco emocionante. Aunque nunca abandona su férrea solidez.
Un trabajo que alcanza sus mayores cotas en las relaciones temporales, pero que no consigue emocionar en las personales.
Intérpretes (voces): Antonio Banderas, Salma Hayek, Zach Galifianakis, Billy Bob Thornton, Amy Sedaris.
Guión: Will Davies, Brian Lynch, David H. Steinberg, Tom Wheeler, Jon Zack.
Música original: Henry Jackman.
Montaje: Eric Dapkewicz.
Idioma: Inglés.
Duración: 90 minutos.
El gato spin off
No ha sido un buen año para los dos grandes estudios de animación. ¿Año de transición? Yo diría más bien año desperdiciado. Nunca entenderé esa casi compulsiva tendencia a la secuela. Especialmente reincidente es el caso de Dreamworks, que en una década ha tenido tiempo de hacer cuatro filmes sobre Shrek, además de sendas secuelas para Madagascar y Kung Fu Panda.
No son los únicos. Fox ya va por la trilogía de La edad de hielo y Warner estrena en breve la secuela de Happy Feet. En una proporción mucho menor, hasta Pixar ha caído en la tentación. Si bien es cierto que la trilogía de Toy Story mantiene un elevado alto de calidad.
Pero decíamos que no había sido un buen año tampoco para la compañía de John Lasseter. Cars 2 es secuela de una predecesora bastante floja. Para colmo, el protagonismo en esta segunda entrega recae en un secundario con nula gracia. En el caso de Dreamworks, han optado directamente por un spin off de uno de los secundarios más carismáticos de la agotadísima saga Shrek. Al menos el gato que interpreta Banderas sí que tiene cierta gracia.
Pero el asunto es que estamos ante el típico personaje que funciona mucho mejor en pequeñas dosis que como protagonista absoluto. Ahí su humor pierde frescura. De la película matriz El gato con botas mantiene esa seña de identidad que es la mezcla de cuentos populares. Pero la verdadera referencia del film es el cine de aventuras (El Zorro de Antonio Banderas está muy presente). Al igual que Cars 2 hacía su homenaje al cine de espías. En ambos casos, otra muestra más del poco ingenio de determinados proyectos. El límite entre el tributo y el saqueo a veces es demasiado difuso.
¿La película? Pues ni fu, ni fa. No llega a ser cansina, pero tampoco hace vibrar demasiado. Un entretenimiento más. Entonces es cuando uno vuelve a preguntarse por la necesidad de explotar una y otra vez los mismos personajes. Los motivos económicos son la explicación más obvia. ¿Por qué acudir con tanta frecuencia al recurso de lo viejo conocido? No me creo que dentro de Dreamworks no haya gente con las suficientes ideas nuevas.
Tienen los medios, pero falta la valentía. Es difícil ganar cuando se apuesta con tan poco riesgo. Ir sobre seguro garantiza recuperar con creces la inversión. Pero, a cambio, es más complicado que explote la creatividad. Y aquí estamos, ante una película que cumple a la perfección su cometido de cine familiar, pero que es imposible que dé más de sí.
Como no podía ser de otra forma, Amanecer arrasa en la taquilla del fin de semana, con una espectacular cifra de 8,6 millones. Las aventuras de Tintíncede el lugar de honor, pero en su cuarto fin de semana sigue superando el millón de recaudación, para un total que va más allá de los 16 millones.
En tercer y cuarto lugar aparecen dos estrenos. Asesinos de élite se queda muy cerca del millón, mientras con Un dios salvaje Polanski se queda en 0,66. El otro estreno de la semana que entra, lo hace en el último lugar del Top Ten. Winx, la aventura mágica se queda en 0,12 millones.
Aparte de las cuatro primeras, ninguna supera (ni se acerca) al medio millón. Un golpe de altura se va al quinto puesto con 0,39. El sexto y séptimo lugar son para filmes familiares: La gran aventura de Winter y Kika Superbruja 2, ambos con algo más de trescientos mil euros.
En octava posición aguanta Criadas y señoras (0,26 millones) y la novena es para Detrás de las paredes (0,17).
Su primer papel en cine fue como ‘Subway Thief’ en Se acabó el pastel (1986). Tenía 27 años, y su siguiente aparición también fue a las órdenes de Mike Nichols, en Armas de mujer (1988). Entre medias, algo de televisión. Y antes de todo esto, teatro. Porque Spacey debutó en las tablas de Broadway en 1982. Y es que el escenario nunca ha dejado de tener importancia en la trayectoria de este magnífico actor.
Pero volvamos al cine. Su talento no pasaba desapercibido, y cada vez iba tomando más protagonismo. De villano en No me chilles que no te veo (1989) a participar en una película de alto contenido erótico como Henry & June (1990). Compartió cartel con Jack Lemmon en dos ocasiones: Mi padre (1989) y Glengarry Glen Ross (1992). Bajo las órdenes de Alan J. Pakula en Doble cuerpo (1992), de Ted Demme en Esto (no) es un secuetro (1994), o con su primer protagonista en El factor sorpresa (1994). Así pasó Spacey su primera etapa en el cine.
En su camino se cruzó llegó Bryan Singer y le regaló un papel a su altura.Sospechosos habituales (1995) le dio el Oscar como mejor actor de reparto. Con esa cara de no haber roto un plato, que puede esconder los más turbios secretos. Así es la ambivalencia de Kevin Spacey, que puede ser desde el tipo más bonachón hasta el más despiadado asesino. Y ahí está Seven (1995) para demostrarlo. Esos dos papeles supusieron el definitivo salto de calidad para este actorazo que ese mismo año participó también en el blockbuster Estallido.
Otra discutible película de clara vocación comercial (Tiempo de matar en 1996), en la que daba vida al típico fiscal sin escrúpulos precedía a otro buen año. En 1997 trabajó a las órdenes de ese mito viviente que es Clint Eastwood en Medianoche en el jardín del bien y del mal; y fue el contrapunto socarrón a los extremos de Guy Pearce y Russell Crowe en la magnífica L.A. Confidential.
Ya consolidado, en 1998 participó en otros tres filmes muy distintos entre sí. En Hurlyburly compartió protagonismo con Sean Penn, con una de aquellas películas indies que tanto se estilaban en la época (y que supuso el último trabajo cinematográfico de su director). En El negociador su compañero era Samuel L. Jackson, junto al que protagonizó una muy sólida cinta de acción. Y para rematar, puso voz a uno de los mejores malvados en la historia de Pixar, el Hopper de la maravillosa Bichos.
Y entonces llegó Sam Mendes con su ópera prima bajo el brazo. Y su Lester en American Beauty (1999) ya quedará en la retina como uno de los grandes personajes de final de siglo. Nadie como él representando la mediocridad del hombre de su tiempo. Su segundo Oscar, esta vez como actor principal. No podía ser de otra forma. Y otra vez explotando esa ambigüedad, esa cara inocente con interior oscuro.
Aquel fue su (de momento) techo en el cine. Nunca ha vuelto a repetir un personaje ni la mitad de interesante que aquél. Explotó su lado más amable en películas como Cadena de favores (2000), K-Pax (2001), o Atando cabos (2001). El más gamberro con su cameo en Austin Powers en miembro de oro (2002), y su participación en Fred Claus (2007). Intervención en thrillers que pasaron bastante desapercibidos, como Criminal y decente (2000), La vida de David Gale (2003), o Ciudad sin ley (2005). Incluso pudo ser otro villano mítico, el gran Lex Luthor, en Superman Returns (2006), película que le volvía a unir con Bryan Singer tras Sospechosos habituales.
Lo dicho, nada muy memorable. Pero Kevin Spacey es mucho más. Ha dirigido dos películas. Albino Alligator (1996) y Beyond the Sea (2004), biopic en el que él mismo daba vida a Bobby Darin. Y no nos olvidamos de que en 2003 fue nombrado director artístico del Old Vic londinense. En teatro ha seguido actuando con regularidad, incluyendo el montaje de Ricardo III dirigido por Sam Mendes, representado el pasado junio.
Cómo acabar con tu jefe y Margin Call nos lo han devuelto a la cartelera. Y en esta última podemos ver unas pocas gotas de la muchísima calidad que atesora este grandísimo actor.