Hombres que se pelean por mujeres
Dos machos luchan por una fémina. Una historia tan antigua como el mundo. Eso es lo que tienen en común estas dos películas que son tan distintas entre sí (y tan cogida con alfileres su inclusión en el fantástico). Pero hay mucho más en estas dos propuestas.
Hanezu
La japonesa Naomi Kawase realiza una muy bella película. El triángulo amoroso no es más que contexto para algo más grande. La naturaleza, y la relación del ser humano con ella. De hecho, el film presenta alguna similitud con El árbol de la vida. Aunque, por fortuna, Kawase tiene muchos menos delirios de grandeza que Malick.
El primer tramo de Hanezu es de los que merecen la pena disfrutar. Planos que encuentran la hermosura en la sencillez de lo cotidiano, en el detalle de lo íntimo. Decía su directora que "el sufrimiento que padecen las personas en las sociedades modernas es la consecuencia de nuestra incapacidad de admitir que somos un elemento más en la naturaleza"
Aunque sea una afirmación (muy) discutible, no podemos negar que tiene cierta verdad. Y la autora siempre ha reflejado en su cine esa tensión que provoca la desnaturalización del ser humano. Y lo mejor que podemos decir es que el film casi nunca cae en la vacuidad preciosista, todo tiene un sentido, y un propósito. Aunque la introducción de la voz en off que nos cuenta repetidamente la leyenda de los tres montes se acerca peligrosamente a la poética vacía.
Belllflower
En otro contexto muy diferente se desarrolla el triángulo amoroso de Bellflower. Con un ambiente apocalíptico, la tristeza recorre un film que presenta al amor como fuente de esperanza, pero también de desesperación.
En esta ocasión, las relaciones de los protagonistas tienen decisiva influencia en su particular derrumbe. El debutante director (y también protagonista) se mueve entre la autocompasión por el género masculino, y la rabia hacia el femenino. Seguramente no fuera su intención, pero es lo que finalmente deja traslucir.
Eso sí, la irrupción del personaje que interpreta Jessie Wiseman es lo que levanta a una película que vuelve a caer cuando ella abandona el primer plano. Mucha atención a esta debutante, que se come la cámara sin despeinarse.
Y aún reconociendo el mérito de una atmósfera muy conseguida, y de la fuerza de un film realizado con un presupuesto mínimo....¿en qué momento se le ocurrió a Evan Glodell usar el truco del sueño tramposo? Recurso bastante pobre que ensombrece mucho los resultados de una película con una primera parte muy meritoria, pero que se derrumba tras los desvaríos de un viaje a la locura, que tampoco resulta ser tal.
Manuel Barrero Iglesias
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