Los pasos dobles (España-Suiza, 2011).
Dirección: Isaki Lacuesta.
Intérpretes: Bokar Bembele, Miquel Barceló, Alou Cissé, Hamadoun Kassogue, Amon Pegenere Dolo, Amassagou Dolo, Abinum Dolo.
Guión: Isa Campo, Isaki Lacuesta.
Música original: Gerard Gil
Fotografía: Diego Dussuel
Montaje: Domi Parra
Idiomas: Bambara, dogón, francés.
Duración: 87 minutos.
Pasos perdidos
Cuando uno termina de ver esta película, tiene la sensación de que se lo ha perdido casi todo. Es decir, que la diferencia entre lo que significó para sus autores y lo que aporta al espectador es abismal. El viaje que emprenden Lacuesta y su equipo seguro que supuso una experiencia apasionante, pero eso es algo que apenas queda reflejado en las imágenes de Los pasos dobles.
El punto de partida del film lo encontramos en una historia que el pintor Miquel Barceló le contó a Lacuesta. El artista François Augiéras habría encontrado en pleno desierto africano un bunker militar que cubrió por completo de frescos. entonces, decidió que la arena escondiera esas pinturas hasta que fueran encontradas por “el hombre del siglo XXI”. Es la búsqueda de la leyenda el motor que hace arrancar este proyecto.
Un proyecto que es gemelo de El cuaderno de barro, documental sobre la figura de Miquel Barceló, quien también tiene un papel en Los pasos dobles. Una especie de díptico que encuentra sus momentos más auténticos en el documental aún no estrenado.
Volviendo a Los pasos dobles, la enigmática búsqueda termina siendo una excusa, y la película se convierte en algo libre e improvisado. De esa libertad nace, que duda cabe, algún momento puntual de indudable belleza. Pero también provoca que la película acabe naufragando a la deriva.
Las gentes y los paisajes de Malí se apoderan del film, pero las imágenes poco transmiten más allá de retratos y cuadros pintorescos. La emoción brilla por su ausencia, y la superficialidad se apodera del trabajo.
Ojo, no digo que sea superficial todo el trabajo que lleva detrás, que estoy seguro fue algo mucho más profundo de lo que aparece en la pantalla. Sólo digo que el resultado final no capta ni la milésima parte de lo que allí sucedió.
Ahora bien, en una película que se basa tanto en las sensaciones, todo puede ocurrir. A mí no me emocionó, pero ahí tienen al Jurado del Festival de San Sebastián, que le otorgó la Concha de Oro, lo cual me hace pensar que a ellos sí les transmitió esa emoción. Así que lo mejor que pueden hacer es comprobar por ustedes mismos si se encuentran en el grupo de los fascinados o en el de los horrorizados.
Manuel Barrero Iglesias
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