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miércoles, 7 de septiembre de 2011

La piel que habito


La piel que habito (España, 2011).
Dirección y guión: Pedro Almodóvar.
Intérpretes: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Blanca Suárez, Jan Cornet.
Música original: Alberto Iglesias.
Fotografía: José Luis Alcaine.
Montaje: José Salcedo.
Idioma: Español.
Duración: 117 minutos.



Corta…y algunas pegas


Pertenezco a quienes opinan que
la obra de Almodóvar se ha vuelto desde finales de los noventa en cine cada vez más grande y elaborado. En cine donde la preponderancia de la historia cede por momentos más terreno a la exposición de un lenguaje visual cada vez más depurado, más maduro, más poderoso. Si en todo su cine anterior la imagen o la estética han creado un sello distintivo único, en sus últimas seis o siete películas ese mismo sello ha evolucionado hasta emocionar con la expresividad de lo mostrado y con una forma de narrar, en ocasiones, prodigiosa, al alcance de unos pocos.

Hay en ese último cine almodovariano una propensión hacia la sorpresa, hacia lo retorcido, pero siempre desde propuestas, en el fondo, sencillas, a veces básicas. Hay sorpresa y algo de misterio en la resolución de muchas de las tramas de Todo sobre mi madre, Volver, La mala educación o Los abrazos rotos. Una buscada forma de esconder una trama oculta con la que dejarnos estupefactos en algún momento del metraje.

Desde ese punto de vista parecía evidente que esa evolución desembocaría finalmente en proponernos un auténtico film de terror o, al menos, un thriller que se asome al miedo de forma definitiva. Así nos llega esta La piel que habito, película asfixiante y desasosegadora que nos pone frente a frente con una de las venganzas más retorcidas e ingeniosas (pese a que a muchos el misterio se nos revele evidente mucho antes de ser resuelto) que haya visto el cine en mucho, mucho tiempo.
Dice su director que este trabajo no habla sólo de venganzas sino que quiere mandar mensajes sobre la identidad, los cambios o el ser auténtico que llevamos dentro, bajo nuestra piel. Supongo que esa era su intención aunque lo que quede tras su visionado sean cosas más terrenales y menos profundas.

Sigo manteniendo que Pedro Almodóvar continúa escavando con La piel que habito en la búsqueda de un cine más refinado, de un estilo de mostrar las cosas brillante e inteligente y que durante gran parte de la proyección uno no puede más que dejarse arrastrar por una exposición meticulosa de acontecimientos que logran envolverte e, incluso, perturbarte con talento.

Sin embargo, la película fracasa justo en los momentos en los que debe dar un puñetazo en las conciencias. En los momentos clave de la narración. Fracasa porque Almodóvar no logra darle el calado dramático suficiente a varios instantes que, lejos de impactar, pueden provocar que muchos espectadores crucen, de manera entendible, justo al lado opuesto del drama.

Falla el director rodando esa escena clave del hombre disfrazado, que termina pareciendo tan propia del manchego hasta tal extremo que cae en lo grotesco. Falla el director filmando el suicidio de la mujer quemada (que se nos cuenta al detalle cuando es evidente que no hay testigos que acrediten el motivo real). Falla el director cuando comienza la historia proponiendo una trama en torno a los avances de la biomedicina que resuelve de manera brusca con una conversación tan forzada como irreal. Falla el director montando un accidente de moto que podría estar firmado por un novato con poco futuro en vez de por un consagrado cineasta. Y falla en algunos momentos más. Momentos que no son baladíes, son escenas que marcan definitoriamente la evolución y transformación de los personajes.

Pero, sobre todo, falla en los dos instantes decisivos de toda la propuesta. En los dos. Falla cuando Banderas responde en un momento dado a la pregunta crucial que le hace su paciente y falla en la frase final (uno de esos portazos antológicos a los que se ha aficionado Almodóvar para concluir sus cintas). Falla porque a algunos nos asombraron, pero no fue un asombro creado por el impacto y la fuerza pretendida, fue un asombro de incredulidad casi patética.

Y, pese a todo ello, el peso de otros muchos momentos iluminados, el meticuloso cuidado del detalle, la torturadora belleza de la idea retorcida que se nos enseña, la potencia de un viaje extremo pocas veces mostrado, el lúcido paralelismo entre la obra de Louise Bourgeois y ese constante pachtwork liberador con el que lleva su reclusión el personaje (también lleno de retales) de Elena Anaya e incluso la inspiradora música de Alberto Iglesias hacen de La piel que habito una película recomendable, que no quedará en el olvido, que puede degustarse en el tiempo y que rubrica que los grandes pueden meter la pata y salir indemnes.


Jorge R.



2 comentarios:

  1. Es una pena que sea como tú dices, Jorge.
    Y es que siempre esperamos más y mejor de nuestros directores favoritos.
    Buena crítica la tuya.
    Un abrazo de Mos desde fuera de mi orilla.

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  2. He visto la pelicula y el guiòn me ha vuelto a sorprender aunque la idea no era suya, pero no me creo la historia, Antonio Bandera na da el personaje y Elena tan poco, creo que es un problema de direcciòn, y para mi la pelicula le falta ambientaciòn, y como Almodovar es tan irònico en todas sus obras, cuando llega el drama a veces se convierte en comedia y el publico nos reiamos de las secuencias mas serias.Aunque he recomendado a mis amigos que vayan a verla porque se sorprenderan del guion, ademas hay otra cosa cuando hay escenas que utilizan pistolas que mala direcciòn.....en resumen te dirè que me gustò el guion pero no la direcciòn.

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