Hace ahora tres años que cubrí mi primer Festival de San Sebastián. En las crónicas que por aquel entonces escribí para la muy querida Kane 3, destaqué muy espacialmente dos películas: Hunger y La boda de Rachel. El debutante Steve McQueen y el ya veterano Jonatahn Demme me conquistaron con sus respectivos trabajos.
Mi segundo Festival en Donostia vuelve a traer estos dos nombres a mi mente, si pienso en lo más destacado que he visto en esta edición. McQueen confirma con su segundo film (Shame) que es un grandísimo director, de potente mirada, y que es capaz de incomodarnos con elegancia. Por su parte, Demme sigue sumergido en el documental, y nos hace disfrutar con su segunda película sobre el maravilloso Neil Young.
Ambas obras las hemos visto en Zabaltegi, esa sección que siempre sabes que te ofrecerá algo bueno. Otras perlas con las que hemos podido disfrutar este año han sido la encantadora The artist, u otra obra del siempre interesante Käurismaki (Le Havre). Aunque también se ha colado alguna que otra mediocridad, Zabaltegi sigue manteniendo su prestigio.
La que ha defraudado bastante ha sido la Sección Oficial. Sólo dos películas que hayan destacado realmente. Se fue de vació la hermosa (y dolorosa) The Deep Blue Sea, y se tuvo que conformar con un premio “menor” al mejor guión Kore-eda y su Kiseki, película protagonizada por dos niños, hermanos dentro y fuera de la pantalla. Unos niños que aparecen mucho más maduros que los adultos.
Y es que la infancia ha sido la gran protagonista del festival. La china 11 flowers también está protagonizada por un niño que observa con incomprensión la realidad que le rodea. En Le Skylab el protagonismo se lo reparten niños y adultos por igual. La película de Julie Delpy está entre lo más salvable de este año. Consiguió llevarse el Premio Especial del Jurado, y hay que destacar la espectacular dirección de la francesa.
También rescatable es Las razones del corazón, en la que Arturo Ripstein borda todo un ejercicio de estilo. Y en la que, por cierto, también aparece una niña, desplazada a un segundo plano por su propia madre. Otra película que se fue, sin merecerlo, de vacío. Quizás sea muy obvio, ¿pero no es mejor la fotografía de este film que la de Happy End (una de esas película que no quedan en la retina)?
De esas películas que pasan sin pena ni gloria hemos tenido unas cuantas. La americana Rampart es buen ejemplo de ello. O la portuguesa Sangre de mi sangre, que tira por la borda su prometedor inicio. Y La voz dormida. El bueno de Benito Zambrano no consigue salvar una película que reúne todos los tópicos del cine guerracivilista. Previsible hasta decir basta, y con historias de amor que no interesan lo más mínimo. ¿Merecido premio para María León? Si no hubiese estado la arrebatadora Rachel Weisz, seguramente sí. León se convertirá en la nueva actriz de moda en el cine español, y sin duda, es lo mejor de un film bastante pobre.
Comentario aparte merecen las dos triunfadoras: Los pasos dobles y Mundo injusto son las dos películas que menos me han interesado de la sección oficial. Isaki Lacuesta parte de una muy buena idea que se pierde en toques pintorescos y algo superfluos. No dejo de reconocer el mérito de intentar hacer algo personal, pero Concha de Oro es demasiado. Quizás le pegaba más un Premio Especial del Jurado. En cuanto a la griega, aún no comprendo qué ha podido ver el Jurado en esta descafeinada película; en la no hay ni gracia, ni contundencia.
Aún me quedaron por ver cuatro filmes de la Sección Oficial. Y mucho más de otras secciones. Por cierto, la dedicada a Jacques Demy aterrizará el próximo mes en la Filmoteca Española. Pero podemos decir que en la selección oficial este año lo hemos tenido difícil para encontrar cine que de verdad emocione, y nos llegue hasta el fondo. Otra vez será.
Manuel Barrrero Iglesias
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