9/10
The Tree of Life (U.S.A., 2011).
Dirección y guión: Terrence Malick.
Intérpretes: Brad Pitt, Jessica Chastain, Sean Penn, Fiona Shaw, Hunter McCracken, Crystal Mantecon.
Música original: Alexandre Desplat.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Montaje: Hank Corwin, Jay Rabinowitz, Daniel Rezende, Billy Weber, Mark Yoshikawa.
Idioma: Inglés.
Duración: 138 minutos.
Malick, por encima de lo humano y lo divino
Resulta complicado ponerse frente al ordenador a escribir acerca de la última película de Terrence Malick sin meterse en un berenjenal, sin liarse a filosofar acerca de la vida, la naturaleza, lo divino y demás cuestiones de las que se habla en la película, así que voy a hacer un esfuerzo titánico por no hacerlo.
La película de Malick es, sin duda, una película que no es para todos los públicos, es una pena, pero es así. Tuve la suerte, o no, de ver la película en una sala comercial, en contraposición a los pases de prensa, y digo suerte porque así uno puede disfrutar de las reacciones del gran público ante una obra de estas características.
La última película de Terrence Malick es una reflexión acerca de lo humano y lo divino, una reflexión que desecha los mecanismos clásicos, o modernos, de la narrativa cinematográfica. La película es un absorbente ejercicio de estilo que no se queda para nada en la superficie, mezcla a la perfección su arrebatador poderío visual con una capacidad evocadora y para la reflexión fuera de todo límite.
Tal vez sea la película más outsider de un auténtico outsider de Hollywood, una película de un auténtico filósofo cinematográfico, por algo Malick fue profesor de filosofía en el Massachusetts Institute of Technology, una obra cinematográfica colosal que va más allá de lo que todos estamos acostumbrados a ver en una sala de cine.
Y ahora enlacemos con la cuestión que planteaba al inicio, la suerte que supone ver una película de estas características en una sala comercial. Madres con hijos pequeños, parejas ataviadas con grandes cajas de palomitas y vasos de coca cola, olor a comida de todo tipo que fluye por la sala… lo habitual para ver una película poco habitual. El resultado fue el obvio y esperado: gente abandona la sala tras una “escena” de unos 15 minutos, estimación mía, sin ningún tipo de diálogo en la que se muestran imágenes de una belleza incomparable acompañadas de una gran banda sonora, niños que dicen a sus padres que no se han enterado de nada, padres que dicen a sus hijos que ellos no se han enterado de mucho más, parejas que se ríen y manifiestan haber malgastado su dinero y unos pocos que salimos con la sonrisa de oreja a oreja, felices por haber visto como uno de los genios actuales de esto que se hace llamar séptimo arte da un paso de gigante hacia la beatificación cinematográfica.