Nuestro protagonista tiene más de un centenar de películas a sus espaldas. Desde principio de los 90, lleva un ritmo de trabajo envidiable, bajando rara vez de las cuatro películas por año. Otro asunto sería entrar a valorar la calidad de la gran mayoría de esos trabajos. Ahora, vuelve un poco a esa primera línea que no pisa desde hace bastante. Aunque sea en la retaguardia, por interpretar a Nick Fury en las dos Iron Man, Thor y Capitán América. Y atención, que el año que viene llega The Avengers, en la que se espera tenga mayor protagonismo. Incluso se rumorea la posibilidad de una película protagonizada por este personaje para 2014.
Con sus más de 60 años Samuel L. Jackson ya se ha ganado esa imagen de hombre venerable. Recordemos su Marce Windu de la última trilogía galáctica de George Lucas. Y si hay algo por lo que impone respeto (además de esa imagen de imperturbable calma), es una voz profunda y firme. Y así, una de las mejores películas en las que ha participado durante esta última década es Los increíbles, en la que ponía voz a Frozone. Ah, y su amigo Tarantino lo convirtió en narrador de Malditos bastardos.
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Y si locuaz se muestra en Pulp Fiction, qué decir de Jackie Brown. Un protagonista en toda regla, para una película muy reivindicable, y algo olvidada en la apabullante filmografía del director. Ordell es tremendo. Encantador y aborrecible a la vez, conforma junto a Robert de Niro otra pareja (en cierta forma) cómica de tremenda altura. Y estamos de enhorabuena. Parece que ambos volverán a rodar juntos muy, muy pronto, en un proyecto que se anuncia como Django Unchained.
El bueno de Samuel tiene algún que otro buen trabajo por ahí. Debo reconocer la debilidad por el Zeus de la muy divertida Jungla de cristal. La venganza. O Su Elijah de El protegido, que es magnífico. Pero igual que Robert de Niro es menos de Niro sin Scorsese, Jackson es menos Jackson sin Tarantino.
Manuel Barrero Iglesias
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