Jûsan-nin no shikaku (Japón-Reino Unido, 2010).
Dirección: Takashi Miike.
Intérpretes: Kôji Yakusho, Yusuke Iseya, Takayuki Yamada, Tsuyoshi Ihara, Sosuke Takaoka.
Guión: Daisuke Tengan.
Música original: Kôji Endô.
Fotografía: Nobuyasu Kita.
Montaje: Kenji Yamashita.
Idioma: Japonés.
Duración: 141 minutos.
El regreso de los samuráis
El western es al cine americano como el cine de samuráis es al japonés. Aparte del paralelismo folclórico-cultural, la trayectoria de ambos géneros se asemeja bastante: vivieron una época dorada en sus respectivas cinematografías pero pasaron poco a poco al olvido con la llegada de los años 70. El Western tuvo más suerte y comenzó a resurgir en los años 90, mientras que el cine de samuráis tuvo que esperar al nuevo milenio para volver de la mano de cineastas como Yoji Yamada y su trilogía del samurái (El ocaso del Samurái, 2002; The hidden blade, 2004; Love and honor, 2006), Takeshi Kitano (Zatoichi, 2003), o Kore-eda (Hana, 2006). Sin embargo, sus historias estaban más centradas en pequeños dramas caseros y de honor que en la espada. Solo Zatoichi sí que tiene alguna escena de lucha memorable. ¿Dónde quedaron las historias épicas al estilo de Los siete samuráis de Kurosawa? Sí, con el auge de las películas de temática oriental Hollywood lo intentó, pero solo consiguió hacer el ridículo con El último samurái (2003). Así pues, hemos tenido que esperar hasta que Takashi Miike ha decidido recuperar títulos de la época dorada del cine de samuráis para poder volver a disfrutar de la
magnificencia de este género.
Tras ganar el Premio del público en el pasado Festival de Sitges 2010, llega por fin a nuestras pantallas la primera y sorprendente incursión de Takashi Miike en el cine de samuráis. Sorprendente porque no nos encontramos al Miike excesivo y recargado sino que se trata de una narración seria y sobria, aunque manteniendo la cota de entretenimiento que suelen tener sus películas. Esto se debe a que el deseo de Miike era respetar la forma clásica con las que se hacían antes este tipo de películas. Precisamente uno de los mejores puntos de sus 13 asesinos, sobre todo para los nostálgicos, es que rezuma del espíritu de esa época dorada del cine de samuráis. Basado en el guión de Kaneo Ikegami que llevó al cine Eichii Kudo en 1963, y adaptado por Daisuke Tengan (hijo de Shohei Imamura) para esta nueva versión (dándole un nuevo aire a la historia), se nos cuenta la versión extra-oficial de la muerte de un personaje real de la historia de Japón.
En 1844, a finales de la época Edo, Japón disfruta de un periodo de paz y estabilidad política en el que la figura del samurái queda prácticamente recluida a ser el cuerpo de seguridad de sus señores feudales. Esta tranquilidad es amenazada por el creciente poder de lord Naritsugu, el cruel y sádico medio-hermano menor del Shogun. Ante la noticia de que ha decidido convertirle en su próximo Consejero Mayor, miembros del consejo piden ayuda a Shimada Shinzaemon (Kôji Yakusho), un samurái de alto rango viudo y prácticamente retirado, para que junto a los samuráis que él elija termine con la vida de Naritsugu y así evitar de raíz que pueda acceder a este puesto en el que influiría de manera nefasta sobre las futuras decisiones del Shogun y el destino del país.
Shinzaemon consigue acompañarse para la misión de 12 samuráis de todo tipo: su vividor sobrino amante del juego y las mujeres, un samurái que ha consagrado su vida al kendo y su discípulo, samuráis sin señor interesados aparte de en la causa en el dinero, un bandido un tanto excéntrico,… Personajes todos ellos que se ganan nuestra simpatía y con los que sufriremos cuando llegue el momento de la batalla. ¡Y qué batalla final! prácticamente la mitad final del metraje es una maravillosa batalla en un pequeño pueblo transformado en una trampa mortal para los 200 hombres de Naritsugu. Todo un espectáculo visual y de ingenio donde Miike juega a sorprender y entretener al espectador con gran habilidad.
Así como se busca que simpaticemos con los asesinos, se hace lo propio para que veamos como justa y legítima la muerte del villano. Naritsugu se nos muestra a través de sus actos de crueldad y sadismo que éste perpetra abusando de su poder y la seguridad que le da su posición. Violaciones, mutilaciones y asesinatos de familias enteras a sangre fría, niños incluidos, solo por diversión, hace que se gane a pulso su ejecución. Algo interesante que aporta esta versión a su predecesora es que este personaje, teniendo en ambas la misma base, está más presente y gana en matices, gracias en parte a la interpretación de Gorô Inagaki. Se acentúa su sadismo y llegada la batalla final toma mayor protagonismo, no solo se nos muestra como siente miedo sino que también disfruta del caos reinante aunque su vida peligre. Al ser más retorcido aún se vuelve mucho más atractivo.
Pero no solo es una lucha de buenos y malos. Más allá del bien y del mal está el honor y el servicio a tu señor, que está por encima de todo. 13 asesinos amalgama toda la esencia del cine de samuráis clásico y va un poco más allá aprovechándose de las nuevas tecnologías para enriquecer el espectáculo pero sin abusar de ellas.
En verano los blockbuster americanos son los que se llevan la taquilla eclipsando otras propuestas igual o más entretenidas, con menos imagen 3D usada a lo loco y más cine de calidad. Independientemente de la taquilla, esperemos que con este film se abra del todo la veda para que el cine de samuráis vuelva a tomar fuerza y no solo nos lleguen Yakuzas y cine de terror de las tierras niponas.
M. Lofish
Memorable la escena de "Masacre total"
ResponderEliminarLa escena final es acojonante, aunque reconozco que el principio se me hizo algo pesado y que tuve problemas occidentales para distinguir caras orientales en algún momento.
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