La Nina de Cisne negro (que por cierto comparte nombre con su primer trabajo, en el corto Developing) parecía un papel hecho a medida. Y es que pocas actrices en el mundo podrían resultar más adecuadas que Portman para un rol que no ha parado de darle alegrías a la actriz nacida en Jerusalén. En el rodaje coincidió con el que más tarde sería el padre de su primer hijo. Y ya estando embarazada, recogió su primer (y merecido) Oscar, por su sobrecogedor trabajo en la película de Aronofsky. Natalie, al igual que le ocurre a su bailarina palmípeda, es una actriz a la que le cuesta un mundo dejarse llevar, que reprime su lado salvaje, y que no se siente nada cómoda entre erotismo y carnalidad. Una verdadera pena.
Pero empecemos por el principio. Y en la gran pantalla, fue Luc Besson el que la hizo debutar con 13 años. La Matilda de León (1994) ya la convirtió en una estrella, que confirmó su brillo en Beatiful girls (1996). Su adolescente madura sobresalía con rotundidad en un film sobre treintañeros inmaduros. Con aquellos dos iniciáticos trabajos, y menos de 15 años, Natalie deslumbró al mundo entero. Como si de un juego se tratase, ella se adueñó de la pantalla con una naturalidad pasmosa. Ese es su don.
El estricto control paterno y su propia madurez la alejaron por completo de los peligros que conlleva pertenecer al star-system siendo tan joven. Mientras que muchas otras estrellas pasan su juventud entre excesos y adicciones, Portman se la pasó estudiando (es licenciada en Psicología), lo que la llevó a estar tres años sin actuar. Antes, tuvo tiempo de hacer breves apariciones en películas como Heat (1995), Todos dicen I love you (1996) o Mars Attacks! (1996). Casi nada. Ser menor de edad y tener en tu curriculum a Michael Mann, Woody Allen y Tim Burton no es poca cosa.
Una de sus grandes virtudes (al menos, hasta hace poco). Elegir proyectos con algún tipo de interés, evitando películas completamente vacías. Alguien podrá rebatir que la nueva trilogía de Star Wars no es el mejor ejemplo de cine de calidad. Y más aún si tenemos en cuenta que su Reina Amidala tenía algunas de las líneas de diálogo más lamentables de los últimos años. Pero seamos claros, ¿quién se puede negar a participar en la saga más mítica de la Historia del Cine? Ni ella, ni nadie.
Por otro lado estaban sus primeros protagonistas, que tenían cierta complejidad. Wayne Wang hizo que compartiera conflicto generacional con la gran Susan Sarandon, en la fallida A cualquier otro lugar (1999). Mientras en la infravalorada La fuerza del amor (2000) protagonizaba una bonita historia de amistades. Poco a poco, la adultez iba llegando, y ella seguía mostrándose encantadora en pequeños papeles como el de Cold Mountain (2003), o el de esa película de culto que es Algo en común (2004).
La primera prueba de fuego llegó con Closer (2004), trabajo que ponía a prueba su recatamiento. No salió mal parada, consiguiendo su primera nominación al Oscar con una interpretación impecable. Pero a la que le faltaba eso de lo que siempre ha carecido Natalie: atrevimiento y sexualidad. Y esa es la tónica que ha prevalecido en sus roles más adultos. Trabajos inmaculados, limpios, de intachable calidad; pero a los que les faltaba ese atrevimiento en ir un poco más allá. El drama concienciado en Zona libre (2005), la heroína de acción en V de Vendetta (2006), su alocada secundaria en My Blueberry Nights (2007), o sus dos incursiones en el cine histórico (ambas bastante mediocres): Los fantasmas de Goya (2006) y Las hermanas Bolena (2008).
Pero hay una excepción. Hotel Chevalier, ese corto incluido en Viaje a Darjeeling (2007), en el que Wes Anderson supo sacarle todo el jugo a nuestra protagonista en tan sólo 13 minutos. Y no sólo por conseguir el primer (y parece que único) desnudo físico de la actriz en el cine, también por ese desnudo emocional más difícil aún de conseguir. Pero ella se arrepintió. No le gustó ser carne de las lujuriosas lascivias de medio mundo. Ese mismo año, quizás para compensar, apareció en Mr. Mangorium y su tienda mágica (2007), una más que correcta película infantil.
Y volvemos a Cisne negro (2010), donde una bailarina demasiado “perfecta” no es capaz de dejarse llevar por las pasiones y la carnalidad. Y ahí está el gran defecto de Portman. Ese exhaustivo control que le han hecho llevar una vida ordenada, también le ha impedido ir más allá en su exploración como actriz. Algo también comprensible, teniendo en cuenta que siempre ha tenido una especie de complejo, por no dedicarse a algo más “útil”.
Y Cisne negro refleja a la perfección esa lucha interna, sacando de Portman su mejor interpretación adulta. Aunque lo que ha venido después no sea nada muy esperanzador: Sin compromiso, Caballeros, princesas y otras bestias, y Thor (las tres en 2011); el tipo de películas del que siempre había huido nuestra protagonista.
No sabemos si después del agotamiento que debió suponer el rodaje con Aronofsky, Natalie necesita un descanso con películas de encefalograma plano. Esperemos que ese dejarse caer en el colchón de la comodidad sea algo transitorio. Esperemos que no se deje morir después de haber alcanzado una supuesta cumbre que no es tal.
Ya sabemos que es una mujer inquieta. Durante su época universitaria, colaboró en la escritura de un par de ensayos de investigación publicados en revistas científicas. Además de ser bilingüe (inglés y hebreo) ha estudiado otros cuatro idiomas (francés, japonés, alemán y árabe). Ha hecho teatro (casi obligatorio era que interpretara a Anna Frank, además de actuar en un montaje de La gaviota). Ha dirigido dos cortos, uno de ellos integrante del film colectivo New York I love you (2009).
Por lo tanto, sabemos que no se conforma con poco. Siempre buscando, siempre cultivando sus inquietudes. Es inteligente, y mucho más que una cara bonita. Por eso sorprende que se haya embarcado en inanes proyectos, en alguno de los cuales incluso es productora. Veremos como le sienta la maternidad a su carrera como actriz.
Si se atreviera más, llegaría a ser mejor de lo que es (que ya es decir). Aunque seguro que es mucho más feliz sin tener que explorar ese lado oscuro del que siempre ha huido. Una verdadera pena. Pero si quiere seguir siendo un cisne blanco toda la vida, que sea lo que Ella quiera.
Manuel Barrero Iglesias
Yo soy pesimista por naturaleza y me da que va empezar a compaginar proyectos interesantes con otros para hacer caja. Pero bueno, que Natalie acaba haciendo más interesantes las películas en las que trabaja y por lo menos consigue que veamos blockbusters sin que sintamos que hemos perdido el tiempo completamente.
ResponderEliminarAl estilo de Ella, no has desatado toda la pasión desbocada que sientes... Como dice un amigo mío gracias a Dior por poner a natalie en todas las marquesinas de Cai... En la campaña de publicidad sale preciosa ( lo cual no es difícil tampoco)
ResponderEliminar¡Con cuánto amor está escrito este artículo! Bravo.
ResponderEliminarCon muchísimo amor, Esme, con muchísimo.. Isa, he intentado que no fuera un artículo de fanático adulador (algún día escribiré así sobre ella). Lyle, supongo que sí, que irá alternando. Pero tienes toda la razón, sólo verla a ella hace que pagar la entrada merezca la pena.
ResponderEliminarNatalie tiene un seis en mi escala. Es decir, me cortaría seis dedos por poder
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