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viernes, 24 de junio de 2011

Críticas: Sólo una noche


6/10
Last Night (USA-Francia, 2010).
Dirección y guión: Massy Tadjedin.
Intérpretes: Keira Knightley, Sam Worthington, Eva Mendes, Gillaume Canet, Griffin Dune.

Música original: Clint Mansell.
Fotografía: Peter Deming.
Montaje: Susan E. Morse.
Idioma: Inglés.
Duración: 90 minutos.




Tentaciones

Por Manuel Barrero Iglesias

Más que sobre la infidelidad, que también, estamos ante una película que versa sobre la tentación. Ambos miembros del matrimonio protagonista se enfrentan a una noche en la que tendrán la excitante posibilidad de dejarse llevar por lo nuevo (o lo reencontrado). Aunque también queda la opción de mantener la cabeza fría, y renunciar a la aventura. Incluso hay posibilidades intermedias.

El debut en la dirección de la, hasta ahora, guionista Massy Tadjedin, toma una perspectiva poco frecuente en el cine que se mete en asuntos de relaciones extramaritales. Nada de asfixiantes matrimonios de los que es casi imposible salir. No hay tórridas experiencias con desconocidos, ni pasiones extremas desatadas por amores imposibles.

Sólo una noche se centra en una pareja razonablemente feliz. Y, sobre todo, de una normalidad aplastante. Con unos personajes que pueden parecer planos a primera vista, pero que son así de simples. O más bien, la directora nos los muestra en toda su simpleza. Lo único que importa es su comportamiento en respecto a las relaciones sentimentales. Y hay momentos determinados en los que los patrones de actuación no difieren demasiado entre unos humanos y otros.

Apenas sabemos nada de sus vidas. Siendo Joanna el personaje en el que, en teoría, más se profundiza. Pero nada aporta a la historia ese lugar común de la escritora frustrada, a la que da vida una esforzada Keira Kngihtley. Ella es la que más exterioriza sus sentimientos, y a la que le toca llevar el peso del film. Junto a su antiguo amante francés, se llevan las atenciones en ese montaje paralelo al que la directora no siempre saca el partido que podría.
Del otro lado, los muy eróticos Eva Mendes y Sam Worthington aparecen con los minutos y las palabras mucho más contados. Y tampoco es que su relación tenga un alto voltaje sexual explícito. Gran acierto el de mostrar esa tensión dentro de una entrañable timidez. Lo que podría haber sido un derroche de carnalidad, se queda en toda una lección de contención. La secuencia de la piscina es un claro ejemplo, especialmente por parte de una Eva Mendes que sigue creciendo a pasos agigantados para estar cada vez más cerca de ser una actriz superlativa. Por su parte, Worthington cumple perfectamente con su rol más bien pasivo.

En este juego de seducciones, desempeña un importante papel la oscura fotografía de Peter Deming (habitual de David Lynch), jugando con las sombras y las penumbras, entre las que resulta mucho más fácil esconderse o desear lo prohibido. Así como la presencia de un secundario de lujo, un resucitado Griffin Dune, que pone el toque de ironía y distanciamiento con uno de esos personajes con presencia.

Estamos ante una madura reflexión sobre las relaciones. Sobre lo difícil que es la vida en pareja, y lo duro que es ese invento llamado monogamia. Acerca de infidelidades, ya sean sentimentales o sexuales. Y es que la tentación puede vivir en cualquier sitio.




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